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martes, 28 de julio de 2015

Etxezarreta. La evolución del campesinado. La agricultura en el desarrollo capitalista. 1979.

Resumen y comentario de libro: Etxezarreta, Miren (ed.). La evolución del campesinado. La agricultura en el desarrollo capitalista. MAPA. Madrid. 1979. 360 pp.

INTRODUCCIÓN.
EL MARCO TEÓRICO.
K. KAUTSKY.
SERVOLIN, POSTEL-VINAY, Y LEBOSSÉ/OUISSE.
LISOVSKIJ.
LENIN, INTERPRETADO POR CAVAILHES.
UN CASO EMPÍRICO: LA AGRICULTURA DE GUIPÚZCOA Y VIZCAYA.
EVOLUCIÓN DE LAS EXPLOTACIONES EN OTRAS REGIONES.
LAS PEQUEÑAS EXPLOTACIONES SON CAPITALISTAS.
CONCLUSIONES
A MODO DE EPÍLOGO

INTRODUCCIÓN.
Estudia la evolución de la agricultura en un contexto altamente industrializado, en un país y en un periodo de intenso desarrollo capitalista, en Euskadi.
Sobre el papel de la agricultura en el desarrollo económico, tratan los trabajos de Lewis, Ranis y Fei, Johnston y Mellor; Naredo en España. Estos estudios muestran que la agricultura tiene un papel fundamental en los países en desarrollo, pues su abandono distorsiona el desarrollo industrial, al faltar su aportación de alimentos, su demanda de productos y servicios, su oferta de mano de obra, sus exportaciones y divisas. Pero esta perspectiva considera la agricultura como mera suministradora de los elementos necesarios para el desarrollo industrial, sin entrar a estudiar las transformaciones que sufre el propio sector primario. Este estudio de Etxezarreta plantea cubrir este hueco científico.

EL MARCO TEÓRICO.
K. KAUTSKY.
La teoría marxista tiene a Kautsky como su mejor investigador de la transformación de la agricultura en un contexto de desarrollo industrial. Su tesis es: «La prosperidad de la agricultura y la persistencia de los modos de economía campesina son dos conceptos que se excluyen uno a otro en el modo de producción capitalista desarrollado». Por ello, han de desaparecer las explotaciones familiares artesanales, para dar paso a grandes explotaciones agrícolas capitalistas industrializadas, con propiedad privada de la tierra, personal asalariado, nuevos medios y conocimientos, economías de escala, etc.
Pero es un proceso no lineal, de modo que puede ser frenado o invertido. En definitiva, Kautsky considera que le tendencia última y general es la concentración, pero que el proceso tiene rasgos cíclicos, de concentración y fragmentación. Los factores contrarios a la concentración son de dos tipos: retardadores e inversores del proceso. Los retardadores son la propiedad privada de la tierra, las exigencias de cambios de cultivo, etc. Los inversores son la falta de mano de obra (después de haberse realizado el éxodo rural), lo que fuerza a los grandes propietarios a dividir o arrendar la tierra en parcelas más pequeñas. En definitiva, la gran explotación y la pequeña explotación se hacen complementarias, siendo el pequeño campesino el proletario del mayor, al que suministra su trabajo.
Pero un siglo después vemos que las pequeñas explotaciones familiares han sobrevivido, lo que cuestiona la tesis de Kautsky y obliga a buscar nuevas tesis sobre la supervivencia del pequeño campesino.
SERVOLIN, POSTEL-VINAY, Y LEBOSSÉ/OUISSE.
Para estos autores se producen otras formas de absorción de la agricultura por el capitalismo, sin ser substituidas las pequeñas explotaciones por las grandes. Al contrario, se ha intensificado el sector de las pequeñas, haciéndose más eficaz.
Los factores de supervivencia son:
1) No hay una gran superioridad técnica de las grandes explotaciones. Las innovaciones técnicas son adaptables a ambos tipos de explotaciones (Servolin).
2) No hay grandes posibilidades de división del trabajo, lo que reduce la ventaja de las grandes explotaciones.
3) Es difícil concentrar, por el alto precio de la tierra.
4) El Estado protege a los pequeños propietarios. Hay una alianza entre la burguesía y el campesinado, de modo que aquella protege a esta a cambio de su apoyo político.
5) La pequeña explotación se adapta mejor a los ciclos económicos adversos, al burcar sólo la subsistencia del trabajador y no la remuneración del capital.
Para Postel-Vinay la formación de grandes explotaciones es sólo una forma específica de absorción del mundo agrícola por el capitalismo, pero que no es un fenómeno universal.
Para Servolin el agricultor necesita constantemente más dinero para mantener su nivel de vida, lo que hace necesario mejorar las técnicas de producción, aumentar la dedicación de trabajo y aumentar la superficie de tierra cultivada (hasta un nivel adecuado). Este proceso de aumento de producción reduce los precios agrícolas y disminuye la población activa agrícola, lo que permite enviar mano de obra a la ciudad.
El Estado es fundamental en esta coexistencia de ambas formas de producción en el campo, pues regula que las pequeñas explotaciones tengan un mínimo suficiente para su supervivencia, vía precios mínimos o vía subvenciones. Los campesinos se convierten en asalariados sociales [“jardineros del campo”]. Para Lebossé y Ouisse, el mantenimiento de este pequeño campesinado permite una explotación mayor en beneficio del sector capitalista: «una transferencia de valor mayor que la explotación directa de una fuerza asalariada en una agricultura capitalista».
Servolin precisa que no hay lucha de clases entre los campesinos capitalista y los pequeños campesinos, pues ambos son empresarios agrícolas y no hay una relación directa de explotación. Hay un sector agrario no homogéneo, pero no antagónico.
LISOVSKIJ.
No considera importante la dimensión de la explotación, aunque da a la gran explotación agrícola el puesto preeminente en la producción y en la fijación de precios agrícolas. Sólo las empresas agrícolas que incorporen los nuevos sistemas de producción podrán sobrevivir, por lo que deben adaptarse o morir.Hay un proceso de incorporación creciente de la agricultura al sistema capitalista, una ligazón creciente, con un aumento de la demanda de bienes industriales (maquinaria, abonos) y de la demanda de bienes agrícolas para la industria agroalimentaria transformadora (conservas, zumos, alimentos preparados). Hay una creciente dependencia de los sectores monopolísticos [grandes cadenas y empresas de transformación y distribución]. El Estado sostiene al sector agrario, como más débil y necesitado de protección, para conservar el equilibrio económico y social (una exigencia del sistema capitalista).
LENIN, INTERPRETADO POR CAVAILHES.
La lectura innovadora que Cavailhes hace de Lenin, nos muestra a un Lenin que estudia la descomposición del campesinado, que se plasma en tres ideas:
1) El desarrollo del capitalismo implica la destrucción de las formas de producción anteriores (el modo de producción feudal), con formas tan diversas como las grandes explotaciones inglesas o las pequeñas y medianas explotaciones francesas.
2) Se desarrolla una burguesía rural y un proletariado rural, como consecuencia de la descomposición del campesinado.
3) Se descompone, igualmente, la clase de los pequeños productores mercantiles (la pequeña burguesía rural).
El proletariado se desarrollo desde la agricultura, no necesariamente dentro de ella, mientras que la descomposición de los pequeños productores mercantiles los arroja a la vez contra la burguesía y el proletariado [es un análisis sobre el caso de Rusia en 1905].

UN CASO EMPÍRICO: LA AGRICULTURA DE GUIPÚZCOA Y VIZCAYA.
Pero todas estas teorías no son aceptadas acríticamente por Etxezarreta, que plantea su aplicación al caso de su país, en 1972 y sólo en Guipúzcoa y Vizcaya, en una situación de crisis, de abandono del sector por los agricultores y de falta de inversiones para competir debido a la desesperanza general.
El País Vasco se caracteriza por: 1) unas explotaciones agrícolas de dimensión extremadamente reducida, 2) Una extensión territorial muy limitada y una fuerte presión demográfica, 3) un intenso fenómeno de industrialización y edificación.
Comienza con un estudio de la unidad de explotación, el caserío familiar, con una pequeña dimensión media, de 4-6 has de tierra cultivable. Es una agricultura de clima húmedo, de altos rendimientos, con cereales, patatas, alubias, forrajes (la mayor superficie de cultivo) y explotación ganadera (leche y carne). Es una región muy industrializada.
Estudia las posibilidades económicas de las explotaciones actuales y su previsible desarrollo futuro. Una característica fundamental es que los agricultores vascos intentan alcanzar para su capital invertido en la agricultura un rendimiento similar al que tendrían si lo invirtieran en otros sectores.
Esto se plantea a varios niveles:
1) Hay una información constante sobre los rendimientos propios y de otros sectores económicos. Al conocer que es una inversión relativamente menos productiva, dedica menos dinero a inversiones en el campo y diversifica hacia la industria, el comercio o los depósitos bancarios.
2) Hay una gran inversión en capital base que es muy difícil de recuperar si se abandona la explotación, lo que justificaría la continuidad, sólo en el caso de que la rentabilidad global sea mayor. Si hay pérdidas, entonces abandonará.
3) La dificultad del abandono de la tierra y la necesidad de mantener y acometer nuevas inversiones provoca una insatisfacción y la protesta de los agricultores. El campesino no “acepta” la situación pasivamente, sino que la “sufre” de mala gana. Ello explica el masivo éxodo rural.
La tesis de la autora es: «para que la pequeña explotación familiar sea considerada “rentable” en el presente y con posibilidades de supervivencia en el futuro, tiene que proporcionar unos beneficios al capital y una remuneración al trabajo, por lo menos próximas a las que puede alcanzar en otros sectores».
A partir de esta tesis se desarrolló un modelo de Programación Lineal para reflejar el entorno e decisión anual del campesino vasco, bajo el supuesto de que trata de obtener el máximo beneficio para sus recursos, pero sujeto a un determinado nivel de riesgo que no está dispuesto a sobrepasar.
Calculó que en 1973 un caserío de 5 has tenía una remuneración por trabajo, interés del capital invertido y beneficio empresarial, de 543.000 pesetas. En 1973 el salario anual medio de un obrero era de 280.000 pesetas. Parecía, pues, que era una actividad rentable y no se explicaba el éxodo rural. Pero no se detraían los gastos fijos de la explotación, ni las amortizaciones del capital, lo que reducía mucho el margen. Y más aun: había que trabajar 7.000 horas anuales, cuando la jornada media del obrero era cercana a las 2.000 horas. O sea que si se pagase sólo el trabajo, el campesino debería recibir 953.000 pesetas.
El campesino vasco puede dedicarse a otras actividades [podía, pues el paro industrial y, sobre todo, el juvenil, se disparó desde 1974], puede dedicar sus tierras a usos industriales, urbanos, turísticos, o asegurarse una rentabilidad segura y mínima con las plantaciones de pinos.
Las estimaciones económicas demuestran que al campesino le interesa más abandonar el cultivo y sembrar de pinos el caserío, colocar el capital en una inversión financiera (8 o 10%) y trabajar como obrero no cualificado. Lógicamente, las explotaciones se abandonan y la juventud que vive en los caseríos se prepara casi exclusivamente para los empleos urbanos. Parece probable que de 5.425 caseríos actuales se pase a 420 en un futuro cercano. Si el proceso no es más rápido es por la dificultad de abandonar el campo cuando hay paro urbano, el periodo que hay entre una generación campesina y otra urbana. En definitiva, el campesino es muy “lógico” al tomar decisiones.
Una alternativa con futuro es el caserío con dedicación parcial, pues permite conseguir una doble rentabilidad, un mejor entorno de vida cotidiana y una inversión ya amortizada en un domicilio de calidad. Pero, a cambio, implica un tremendo ritmo de trabajo para el casero (y sobre todo a su mujer). Trabaja mucho, gana mucho, pero no tiene tiempo libre. Y es difícil reducir el tiempo dedicado a trabajos rurales: la ganadería exige una dedicación diaria y el menor tiempo reduce los ingresos por debajo de lo conveniente para mantener la explotación.
El umbral de rentabilidad de las explotaciones agrarias se sitúa en las 20 has (con altas inversiones productivas), pero el precio de la tierra es tan caro que es muy difícil alcanzar esta dimensión. Una alternativa es reconvertir las explotaciones agrícolas en ganaderas intensivas (granjas avícolas, porcinas y de cunicultura), con ingresos mucho más altos, pero que exigen inversiones y preparación mayores. Las cooperativas son una alternativa insuficiente, salvo que permitan la incorporación de actividades “industrializadas” a los miembros. Las explotaciones ganaderas extensivas de gran dimensión sólo podrían ser rentables si bajase el precio de la tierra (este es un factor que prácticamente impide la rentabilidad de los cambios en todos los tipos de explotaciones). No hay solución. La desaparición de las pequeñas explotaciones es un proceso lento (más lento que lo estimado por Kautsky), pero seguro, pero no por la concentración sino por la diversificación de los usos. No se venden las tierras porque son un patrimonio de futuro, que crece de valor cada año y puede legar a sus hijos, y mientras tanto da un beneficio con las plantaciones de pinares y es una vivienda para los miembros de la familia, que trabajan en la ciudad, o para usos turísticos o de segunda residencia a los empresarios, profesionales o técnicos de alta capacidad económica.
EVOLUCIÓN DE LAS EXPLOTACIONES EN OTRAS REGIONES.
Pero las condiciones del País Vasco no se repiten en todas las regiones. En Palencia o Soria no parece posible que los campesinos puedan vender sus tierras a precios muy altos. Ello implica que el precio de la tierra en vistas a la ampliación es más barato. Una ampliación de dimensión es ineludible para la adecuada rentabilidad de las tierras de secano, pues la mecanización sólo es rentable en grandes explotaciones.
En cambio, los minifundios no se están vendiendo en la proporción conveniente para tal fin, los pequeños propietarios abandonan la agricultura, ceden el uso a la familia o amigos (arriendo temporal o cesión informal), pero no pierden la propiedad, que retienen como un seguro económico y psicológico por si las cosas no les van bien en la ciudad, y porque el precio es verdaderamente muy bajo y la venta no les resolvería la vida en la ciudad. Esto implica que los que tienen el uso en arriendo o informal de la tierra no acometen mejoras en ella.
Otro factor de retraso en la concentración de la propiedad es el elevado paro urbano, que está reduciendo el éxodo rural, amén de que este ya ha sido muy elevado y por lo tanto la cantidad de emigrantes potenciales es mucho menor, y, por último, de que las comunicaciones han mejorado tanto que muchos trabajadores urbanos pueden vivir a distancias de 100/200 km de la ciudad y mantener la antigua casa y el campo que le rodea como un ambiente vital más agradable, satisfactorio y barato para la primera residencia, o como segunda residencia en los fines de semana y las vacaciones. La UE reduce la emigración rural de los pequeños propietarios con su política de rentas rurales y lo mismo han conseguido países como Francia y Alemania. Esto permite el mantenimiento del medio ambiente, de los núcleos de población rurales y la suavización de las tensiones de servicios sociales en las grandes urbes masificadas. Es una supervivencia de las pequeñas explotaciones, que no evita, sin embargo, la disminución lenta pero imparable de su número. Hay estadísticas de países occidentales que muestran cómo a largo plazo el número desciende de modo importante. Faltan estadísticas sobre España en conjunto, pero las series regionales son indicativas de las misma tendencia a largo plazo. En las regiones que el número de pequeñas explotaciones aumenta o se mantiene, descubrimos que son regiones de economía urbana, en la que las explotaciones esconden una segunda residencia o una explotación a tiempo parcial, por lo que el grueso de la producción descansa sobre las grandes explotaciones.
LAS PEQUEÑAS EXPLOTACIONES SON CAPITALISTAS.
Las explotaciones que sobreviven lo hacen porque son rentables en el sistema capitalista, no tanto a los propietarios como al propio sistema, que se asegura un medio ambiente, equilibrio económico y social, menos paro urbano, más demanda de bienes y servicios, más oferta de bienes agrícolas, etc.
Para Etxezarreta no hay que confundir los conceptos de explotación capitalista y gran explotación, porque se olvida que la pequeña explotación se ha integrado en el sistema.
Para Antonio Gámiz la agricultura familiar tiene dos características: 1) La fuerza de trabajo es exclusivamente familiar. 2) El titular de la explotación detenta la autonomía y capacidad de decisión para asumir riesgos en la actividad.
Para Samir Amin es capitalista la explotación agraria que utiliza la mano de obra asalariada y la maquinaria agrícola.
Su consideración como empresario es clara en cuanto propietario que recoge los beneficios, mientras que como trabajador contribuye con su trabajo por cuenta propia.
La autora considera que estas explotaciones capitalistas tendrán que concentrarse, pues la creciente modernización exigirá grandes y continuas inversiones. El proceso de concentración a largo plazo es imparable.
CONCLUSIONES
1. El esquema de Kautsky es demasiado lineal y mecanicista acerca del avance del capitalismo sobre la agricultura. El ritmo es mucho más lento, pero a largo plazo la concentración es imparable.
2. Servolin, Postel-Vinay y Lebossé-Ouisse equiparan la pequeña explotación familiar con la pequeña empresa mercantil y consideran que el pequeño agricultor acepta no obtener una remuneración por su capital. Etxezarreta les critica por no considerar la preeminente importancia de la producción de las grandes explotaciones. Tampoco distinguen entre las explotaciones que pueden competir y las que no. Y extienden a todos los campesinos un futuro de proletarización (que es dudoso para la autora). Pero hay puntos en los que han acertado: la explotación del trabajo de los pequeños campesinos por los grandes, la inevitabilidad de la intensificación de la producción y la necesidad de grandes inversiones.
Lissovskij ha hecho un análisis más realista, al analizar las formas específicas en que el capitalismo monopolista industrial absorberá el excedente generado en el sector agrario. Estudia la imposibilidad de un análisis de la agricultura en aislamiento, el carácter cambiante de las relaciones entre los sectores en el capitalismo y la naturaleza capitalista de la explotación agraria. Pero no hace una previsión del futuro.
Para la autora, el mejor análisis es el de Lenin interpretado por Cavailhes (L-C), pues crea un modelo aceptable en líneas generales.
Hay un debate sobre la terminología de las tres formas de agricultura: de subsistencia, artesanal y capitalista. La artesanal sería la pequeña explotación agrícola, expuesta a la desaparición o la proletarización, porque no interesa al sistema. 3) La falta de crecimiento de asalariados en la agricultura es un desmentido de la tesis de Kautsky. La reducción de la masa de trabajadores (propios o por cuenta ajena) en la agricultura es un hecho, debido a la mejora de la productividad. Y también ha disminuido mucho más la proporción de asalariados dentro de la población activa agraria.
4) El caso del País Vasco es un caso extremo de descomposición del campesinado, dado que es prácticamente imposible el establecimiento de empresas capitalistas en el sector agrario.
Hay otras conclusiones: 1) Las pequeñas explotaciones que sobreviven son una minoría en relación a las que han desaparecido. 2) La supervivencia actual es parte de un lento proceso de extinción de la mayoría de las pequeñas explotaciones. 3) Las pequeñas explotaciones que sobreviven lo hacen porque son rentables para el sistema capitalista. 4) La intervención estatal es esencial para la supervivencia de aquellas.
A MODO DE EPÍLOGO
Sobre la situación de clase de los pequeños campesinos, los autores anteriores tienen ideas distintas.
Kautsky los considera campesinos y proletarios a la vez, una clase de pequeños burgueses, entre la clase dominante de los patronos y el proletariado.
Servolin, Postel-Vinay y Lebossé/Ouisse los consideran artesanos preocupados por valorizar su trabajo y proletarizados gradualmente por el capitalismo. No existiría la lucha de clases entre grandes y pequeños propietarios agrícolas.
El modelo de Lenin-Cavailhes es que los pequeños campesinos forman una pequeña burguesía, pero sin unidad, que duda entre tomar partido por los patronos y el proletariado. Esto impide formar partidos políticos campesinos.
En el País Vasco la situación se complica por la ideología. Mientras que los caseros son pequeño-burgueses que en lo económico se proletarizan, sin embargo su ideología es conservadora, como garantes de la opción conservadora de los valores del pueblo vasco. Su voto está repartido de modo desigual entre la mayoritaria derecha católica (PNV) y la minoritaria izquierda laica independentista (HB) o en otras opciones, pero generalmente nacionalistas, mientras el voto urbano es mayoritariamente para partidos no nacionalistas (PSOE, PP, IU).

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