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sábado, 13 de junio de 2015

CS 2 UD 12. Las Baleares en la Edad Moderna (siglos XVI-XVII).

CS 2 UD 12. LAS BALEARES EN LA EDAD MODERNA (SIGLOS XVI-XVII).

Índice.
El reino de Mallorca y la monarquía hispánica.
Economía y sociedad en los siglos XVI y XVII.
Renacimiento y barroco en el reino de Mallorca.
Apéndices: El bandolerismo. El crimen y la delincuencia.

PROGRAMACIÓN.
Objetivos didácticos.
Describir la organización política del Reino de Mallorca bajo la casa de Austria.
Conocer las causas y consecuencias de los conflictos sociales de los siglos XVI, poniendo especial atención a la revuelta popular de las Germanías.
Identificar las causas que favorecieron el bandolerismo y las bandosidades.
Conocer las principales actividades económicas que se desarrollaron en el Reino de Mallorca en los siglos XVI y XVII.
Analizar el problema de la piratería en Baleares y sus repercusiones.
Analizar la evolución demográfica de Baleares en los siglos XVI y XII.
Identificar a los grupos que formaban la sociedad balear en la Edad Moderna.
Reconocer las características del Renacimiento y el Barroco en el Reino de Mallorca.
Valorar la singularidad de nuestro patrimonio histórico y artístico.

El reino de Mallorca y la monarquía hispánica.

Economía y sociedad en los siglos XVI y XVII.

Renacimiento y barroco en el reino de Mallorca.

Apéndices: El bandolerismo. El crimen y la delincuencia.
1499[Fuente: Riera, Joan. Dos esclavos enamorados, convertidos en asesinos “Diario de Mallorca” (XI-2010). Nº VII.]
Los esclavos constituyen en el siglo XV una fuerza laboral de primer orden en Mallorca. Nofre Vaquer Bennàssar asegura que resulta difícil estimar cuántos esclavos hay en la isla en esta época, aunque otros estudiosos se atreven a dar una cifra en torno a los 12.000, lo que representa el 20% de la población total. En cualquier caso, Vaquer explica que se pasa del predominio de originarios de países caucásicos a una mayoría de los originarios del Magreb, a los que se conocía como moros. Los primeros suelen quedarse en la isla cuando logran la libertad, los segundos acostumbran a retornar a su tierra.
Si tenemos en cuenta que los esclavos suponen un porcentaje notable de la población total, es lógico que protagonicen algunos sucesos trágicos que quedan grabados en la memoria popular. Además, siempre es mayor motivo de escándalo un hecho en el que los actores son ajenos al núcleo duro de la sociedad. Cuando el malhechor es uno de los nuestros procuramos encubrirlo, o al menos disimularlo.
El mercader Joan Planes posee una esclava negra que ha “dado entrada” en la casa a un esclavo de la misma raza que es propiedad del ciudadano Pere Forteza. La pareja mantiene relaciones y, aunque el comerciante se encuentra en Valencia, teme ser descubierta y castigada. Dos horas antes del amanecer del 9 de agosto de 1499 resuelven matar a su ama –la esposa de Joan Planes–. También asesinan a la madre de la dueña. El arma utilizada es una maza con la que golpean a las mujeres en la cabeza “estando dormidas en su casa”.
El veguer, una especie de juez y alcalde que ejerce el poder sobre un territorio, captura a la pareja y dicta, como es habitual en la época una dura sentencia, que Álvaro Campaner relata en el Cronicón Mayoricense: “Que al salir de la cárcel el día de la ejecución cortasen a cada uno de ellos una mano, y que fuesen arrastrados según la costumbre de la tierra; y llegando a la casa de dicho Planes (cerca de la iglesia de San Nicolás) les cortasen la otra mano y llegando al suplicio de la plaza del muelle hiciesen cuartos de ellos”. La crueldad de los castigos de la época estremece con su simple lectura. Imagine el lector cómo sería la contemplación de la ejecución de la sentencia.

1619[Fuente: Riera, Joan. Los de la ‘mort d’en Berga’ eran tres. “Diario de Mallorca” (XI-2010) 14. nº VI.] 
En Palma el crimen de todos los crímenes es el del oidor de la Real Audiencia Jaume Joan de Berga. Aun a riesgo de destripar el final y para evitar que alguien se pregunte “què en som jo de sa mort den Berga?” digamos que los implicados son tres: el noble Jeroni Pau de Cavalleria i Dezcallar, el bandolero Antoni Gibert –conocido como Treufoch– y el sacerdote Mateu Ferragut. Los dos primeros pagan el delito con su vida, el tercero logra escapar.
El asesinato de Berga, con fama de recto y duro, se inscribe en las luchas entre Canamunts y Canavalls. El 24 de mayo de 1619, el oidor regresa a su casa de la calle Sant Pere Nolasc a bordo de su coche de caballos. Es la hora de las “oracions de Ave Maria”, según la declaración del presbítero Martí Mallol, cuando se escucha un tiro de arcabuz. El sacerdote se dirige rápidamente hacia el lugar de donde proceden y se encuentran con Berga, “ferit de una arcabussada que las balas li eran entrades de part derrera y li eren exides par damunt la mamella esquerra”. Una herida mortal, por lo que solo queda administrarle la extremaunción.
Los bandos en disputa han cruzado la línea roja y las autoridades comienzan una investigación en la que se ven implicadas decenas de personas que nada saben de la muerte de Berga y cuyo calvario populariza la frase que ha llegado hasta nuestros días como una expresión de fastidio y de inhibición.
En cualquier caso, el testigo principal es mossèn Martí Mallol, quien poco después del crimen se cruza con Jeroni Pau de Cavalleria a quien informa del horrendo crimen “y ell no me respongué cosa alguna, y viu que anava turbat”. Mossèn Joan Miquel, otro testigo, se cruza con dos desconocidos –uno de ellos le amenaza con una pistola de pedernal para que les deje paso– y con Jeroni Pau de Cavalleria. En su testimonio señala al bandolero, “el temps que mudaren a la presó a Antoni Gibert Treu Foch per haverlo de sentenciar, jo el viu y mirí molt be y me aparagué en lo tall, en la estaura y ab lo aire de persona y en lo poch que li viu la cara, que era lo matex homo gran qui nos encará lo pedernal”.
Con estos testimonios y el del esclavo que conduce el coche de caballos, la Justicia sentencia y ejecuta a los dos inculpados que logra arrestar por la muerte de Jaume Joan de Berga.

1647-1649. [Fuente: Riera, Joan. Carnicería en el gremio de carniceros. “Diario de Mallorca” (XI-2010). Nº III.]
Sexo, dinero y poder. Tres móviles para un crimen que se repiten a lo largo de la historia. Los investigadores buscan las palancas que impulsan una muerte violenta y estos tres ingredientes asoman en nueve de cada diez acciones criminales.
Rafel Sancho, un mercader palmesano, escribió entre 1628 y 1686 un noticiario en el que dejó constancia de todo tipo de acontecimientos sucedidos en la ciudad durante esta época. Asuntos familiares, epidemias, asesinatos... detalles que ayudan a reconstruir la vida palmesana en el siglo XVII. Margalida Bernat i Jaume Serra editaron y acompañaron de un estudio crítico el documento de Sancho. Utilizaron el título Fas memòria, con el que comienzan la mayoría de anotaciones del autor.
En torno a 1647, Sancho narra una serie de asesinatos con un nexo común. Todos tienen un protagonista carnicero o suceden en las inmediaciones de la carnicería. En aquella época las paradas para despachar carne estaban entre la iglesia de Santa Eulàlia y la plaza de Palou i Coll.
Sancho cuenta que el 2 de enero de 1647, a las cuatro de la madrugada, matan a Antoni Güells de tres escopetazos en la esquina de la carnicería. Nueve días después, encuentran muerto al carnicero Mateu Bestard en la travesía den Ballester y le entierran “lo mateix dia la darrera ora” en Santa Eulàlia. El 28 de agosto de 1649 disparan un arcabuzazo contra Joan Cugullada, que es el sobreposat, el jefe en palabras de hoy, del gremio de los carniceros. Muere diez días después, el 7 de septiembre, “a punta de dia” y lo entierran en Sant Domingo. No han pasado ni 24 horas cuando, junto al campanario de la iglesia de Sant Miquel, encuentran muerto a Josep Mascaró, quien se había refugiado en el templo en compañía de otro carnicero, Nadal Farré.
Sancho no establece relaciones entre los crímenes, pero la forma que tiene de narrarlos indica que existe un nexo común entre ellos. Avala esta hipótesis que también cite numerosas fechorías relacionadas con las luchas de Canamunts y Canavalls sin hacer ninguna referencia a los dos bandos enemigos a muerte.
¿Qué originó está sangría en el gremio de carniceros? No lo sabemos, pero Palma también tiene sus asesinatos en serie.


FUENTES.
Internet.


Libros.
Geografia i Història. Vicens Vives.
Morro, Mateu. Mateu Reus ‘Rotget’ (1687-1729). El bandolerisme popular en la Mallorca borbònica. Lleonard Muntaner. 2021. 328 pp. Reseña de Pol, Antoni. Mateu Rotget, un bandolero popular. “Última Hora” (16-IV-2021). [https://www.ultimahora.es/noticias/local/2021/04/16/1255745/mateu-rotget-bandolero-popular.html]


APÉNDICE. *Texto para comentario de texto. [https://www.elnacional.cat/es/cultura/rotget-ultimo-gran-bandolero-mallorquin_345678_102.html] Toca el tema del bandolero Rotget (Alaró, 1687-Palma, 1729), muy activo entre Alaró y Selva a partir aproximadamente de 1715, detenido en noviembre de 1728 en Lluc, y ejecutado brutalmente en Palma.

            Un crimen de bandolerismo en Solsona en 1626.

‹‹Palma, 15 de enero de 1729. Juan de Acuña y Bejarano, comandante borbónico de Mallorca, ordenaba la ejecución de Mateu Reus, conocido como Rotget, el último gran bandolero mallorquín. La ejecución de Rotget, en Palma, en la plaza de Santa Caterina, sobre un cadalso, presentada como un espectáculo público y escenificada como un triunfo del régimen borbónico, marcó el inicio del fin de un fenómeno que había azotado la isla durante más de dos siglos. Rotget era el último de una larga lista de grandes capitanes bandoleros mallorquines que se remontaba a la Revolución de las Germanías (1521-1523). La derrota de las clases populares y la represión desatada por las clases aristocráticas había impulsado la aparición de un nuevo fenómeno que no tenía ninguna relación con las luchas señoriales anteriores. El bandolerismo mallorquín sería, esencialmente, antiseñorial.
La Revolución de las Germanías mallorquinas (1521-1523) era la expresión de una ambición de cambio por parte de las clases populares y de las clases mercantiles que recorría toda Europa: destruir el régimen feudal en todas sus vertientes —la política, la económica, la social y la cultural— y mandar la aristocracia a la papelera de la historia. Las Germanías mallorquinas estaban estrechamente relacionadas, ideológica y cronológicamente, con otros fenómenos parecidos —los Remensas catalanas, las Germanías valencianas, los Irmandinhos gallegos, los Rustauds alsacianos y bávaros, y las Jaqueries occitanas, posteriores— y, como sus hermanas gemelas destinada a marcar un antes y un después. Con independencia de su resultado.
La derrota de las clases populares y las mercantiles, que tantas esperanzas habían depositado en esa revolución, no haría más que abrir un nuevo escenario, pero con los mismos actores. La durísima represión señorial trazaría un nuevo dibujo y el esquema clásico de conflicto que se había visto durante el período revolucionario dejaría paso a una guerra enterrada. Las tradicionales luchas de la centuria anterior, que no eran más que un enfrentamiento entre las diversas familias oligárquicas de la isla por el control del poder político mallorquín y que contaban con la necesaria participación de elementos de las clases populares que engrosaban estos ejércitos particulares, terminaron plenamente transformadas en el fenómeno del bandolerismo: la lucha de los derrotados, desclasados ​​y perseguidos contra los vencedores, reforzados y opresores. Las clases populares contra las clases señoriales.
La nómina de grandes capitanes bandoleros de la centuria de 1500 lo encabeza Onofre Jaume, un pequeño propietario rural de Coanegra que tuvo una curiosa relación con el bandolerismo. Hijo de una familia del partido 'agermanat', entró en el mundo del bandolerismo, como tantos otros, tras un enfrentamiento con los oficiales reales en 1533, una década después del final del conflicto —una fecha que revela la intensidad y la duración de aquella represión —. Durante tres décadas fue el bandolero más célebre de Mallorca, hasta que en 1566, oficialmente, se pasó al otro bando. La documentación de la época revela que el virrey español Juan de Urriés le ofreció una amnistía a cambio de abandonar la actividad bandolera. "Se le faculta para perseguir, tomar y entregar a la regia corte todos y cualesquiera inculpados y proscritos de cualquier crimen y delito", leemos.
Es precisamente en esta etapa que se le conoce la relación con los otros capitanes bandoleros destacados: Antoni Castelló, de Santa Margalida; Jaume Ferragut, de San Juan; Jeroni Ferrà, de Valldemossa; Jaume Piraus, de Bunyola; Jaume Terrassa, de Algaida; Macià Oliver, de Santa María, y Guillem Morey, de Felanitx. Una relación que presenta muchos dudas, y que tanto podría ser la de un espía bandolero infiltrado en los cenáculos del poder como la de un implacable cazador de bandoleros. Por una parte, fue denunciado por contemporizar con los bandoleros: el alcalde de Muro lo acusó de complicidad con los perseguidos de aquella villa.
Y por otra, su partida de hombres fue uno de los objetivos del bandolerismo: Antonio Amengual, de Binissalem, mató a Miguel Sampol, el lugarteniente de Jaime, y poco después fue asesinado por orden del virrey Urriés.
A principios de la centuria de 1600, el paisaje social de Mallorca no había variado en relación con el siglo anterior. Las fuentes documentales describen una sociedad violenta y violentada, plenamente instalada en una espiral de crímenes y venganzas. Fue también en esta etapa a caballo de los dos siglos (XVI y XVII) cuando rebrotaron con fuerza las luchas aristocráticos, tanto por la disputa de los cargos políticos importantes en la isla, como por la carrera desbocada para ganar méritos ante la administración hispánica. Méritos que, en su imaginario, tenían que quitarlos hasta la corte de los reyes Felipe II y Felipe III. Son los años de las luchas entre los partidos Canamunt y Canavall, que llenaron de sangre los calles de Palma. Y son los años, también, en que las facciones aristocráticas en conflicto se disputaban la contratación de los grupos bandoleros consolidados.
Este curioso y sorprendente rizo fue la tónica del bandolerismo mallorquín de 1600. Un fenómeno que progresivamente se aproximaría al esquema general del bandolerismo de los países del Mediterráneo. También en Cataluña los virreyes hispánicos habían intentado e intentarían desactivar el bandolerismo reclutando a los grandes jefes de cuadrilla. El caso más destacado se dio en 1612, cuando el virrey Manrique pactó con Pedro Roca de Oristà, Perot Rocaguinarda, el gran capitán del bandolerismo señorial, la amnistía a cambio de servir en los Tercios de Castilla. Y también en Cataluña, hasta la Revolución de los Segadores (1640), los grandes grupos bandoleros catalanes fueron generalmente contratados para dirimir conflictos domésticos o rivalidades políticas. En Sicilia, Calabria, Nápoles, Cerdeña, Provenza y la Comunidad Valenciana pasaba tres cuartos de lo mismo.
Durante este siglo, el que precede al de Rotget, el grupo de Selva, mandado por Mateu Ferragut, conocido como el cura Boda y generalmente al servicio de la poderosa familia Santacilia; el grupo de Llorenç Coll, conocido como Barona y que antes había participado muy activamente en los movimientos antiseñoriales de Santa Margalida, y el grupo de Bartolomé Gomila, más conocido como Moiana y sin una adscripción clara más allá del beneficio propio, sembraron la isla de cadáveres. Uno de los casos más destacados fue el asesinato de Jaime Juan de Berga, oyente de la Real Audiencia, que murió en manos de Antonio Gibert, conocido como Treufoc, lugarteniente de Ferragut y amigo y compañero de prisión del hijo primogénito de Onofre Jaime: la prueba más contundente de las sorprendentes conexiones entre los grupos bandoleros rivales.
Rotget, el último gran bandolero mallorquín, fue un producto de la suma de las razas, de la tradición y de la cultura de ese fenómeno. Y del tiempo que le tocó vivir. La Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715) tuvo un componente revolucionario muy destacado en Mallorca y en el País Valenciano, que causó no pocos quebraderos de cabeza en la cancillería de Carlos de Habsburgo: en el País Valenciano, los maulets liderados por Juan Bautista Basset, y en Mallorca, los grupos bandoleros tradicionales que recuperaban su espíritu inicial y su historia. Mateu Reus, Rotget, fue uno de los líderes destacados de este bandolerismo nuevo, y a la vez viejo, de raíz popular y reivindicativa, esencialmente antiseñorial. Cuando los borbónicos, después de años de persecución, consiguieron capturar a Rotget, lo presentaron como un gran triunfo.
Los recursos que emplearon en aquella empresa destinada a la captura de un solo hombre —doscientos dragones a caballo, cien granaderos, cuatrocientos soldados, una leva forzosa de dos mil civiles y el encarcelamiento y tortura de más cuatrocientas personas— ponen de relieve que en la ejecución de Rotget era también la liquidación de la última resistencia antiborbónica en Mallorca.››


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