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jueves, 31 de octubre de 2013

HMC UD 09. Las potencias mundiales y el orden internacional entre los siglos XIX y XX. El Japón contemporáneo desde 1868 hasta 1945.

HMC UD 09. LAS POTENCIAS MUNDIALES Y EL ORDEN INTERNACIONAL ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX. EL JAPÓN CONTEMPORÁNEO DESDE 1868 HASTA 1945.
Índice.
Japón desde la era Meiji (1868) hasta 1945.
El militarismo japonés.

Japón desde la era Meiji (1868) hasta 1945.
A mediados del siglo XIX Japón era todavía un país feudal, con grandes señores terratenientes (daimios) y guerreros (samuráis). Era un país muy poblado, con una economía agraria dedicada a la producción de arroz, con una burguesía comercial en las ciudades, pero un completo cierre al comercio, las ideas y la cultura de Occidente.
La intervención de la armada estadounidense obligó al shogun Tokugawa (una figura similar a la de primer ministro hereditario, verdadero dueño político del país, pues el empe­rador era una figura simbólica), a abrir los puertos al comercio. La amenaza de ser pronto convertido en una colonia de algún país occidental como había ocurrido con la mayor parte del resto de Asia, provocó un cambio político fundamental, basado en la búsqueda de la occidentalización y de la industrialización, para poder competir militarmente.
La Revolución Meiji, impulsada por el emperador Mutsu-Hito (1852-1912), cambió radicalmente el destino del Japón. A partir de 1868, acabó con el feudalismo, industrializó el país, reformó la educación, se creó una fuerte armada y un gran ejército modernos. Las victorias sobre China (1894) y sobre los rusos en la guerra de 1904-1905 demostraron que Japón era una gran potencia económica y militar. Había formado un pequeño imperio sobre Corea y Formosa (actual Taiwán).
Su poderío aumentó durante la I Guerra Mundial en la que intervino para apoderarse de las colonias alemanas en el Pacífico y en China. Además se hizo temporalmente con muchos mercados asiáticos, al quedar estos desabastecidos por los europeos.
La crisis de 1929 repercutió sobre Japón con especial dureza por la falta de unos mercados dependientes a los que exportar. Entonces, los capitalistas y militares japoneses analizaron la situación y llegaron a las siguientes conclusiones:
- Tenían una población excesiva: habían pasado de 47 millones de habitantes en 1905 a 65 millones en 1930.
- Su industria, para seguir un desarrollo continuo, no disponía de suficientes materias primas en su propio país, no podía superar la competencia de las grandes potencias industriales, ni podía penetrar en los mercados coloniales europeos.
La única solución que les pareció eficaz fue conquistar nuevas tierras. Los militares belicistas empezaron a dominar en los gobiernos. En 1931, tras una guerra fácil con la enorme pero débil China, ocuparon Manchuria, que convirtieron en una especie de colonia; firmaron un pacto anticomunista con Alemania (1936, convertido en el Triple Eje en septiembre de 1940) y luego atacaron y conquistaron parte del Norte y de la costa de China (1937). En Asia estaba empezando la II Guerra Mundial dos años antes que en Europa. En 1940 se apoderaron de la Indochina francesa cuando Alemania sojuzgó Francia.
Pero los estadounidenses amenazaron con un boicot comercial a Japón si proseguía sus conquistas. El país dependía del petróleo de EE UU y privado de él no podría proseguir la guerra en China. La solución que escogieron los japoneses fue la guerra. El ataque a la base norteamericana de Pearl Harbour (7 de diciembre de 1941) fue seguido al principio de grandes éxitos, pero el inmenso poder económico y militar de EE UU prevaleció finalmente. La derrota japonesa en 1945, marcada por el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, puso punto final al militarismo japonés.
Características del militarismo japonés.
 El militarismo japonés no puede ser considerado un movimiento fascista puro, aunque sus resultados fueron muy parecidos y comparte varias características del fascismo: creencias en el poder absoluto del dirigente máximo (el emperador divino), en el sueño de un Imperio, en la superioridad del pueblo japonés y de su raza, en la guerra como solución a los problemas del país, y en la anexión de un espacio vital para el crecimiento demográfico y económico. Se distingue empero de los fascismos europeos en la inexistencia de un partido único y de una ideología tan elaborada como la que tuvieron los movimientos alemán e italiano.

FUENTES.
Películas.
El último samurái (2003). Dirección: Edward Zwick. Duración: 148 minutos.
Libros.
Akamatsu, P. Meiji 1868. Revolución y contrarrevolución en Japón. Siglo XXI. Madrid. 1977. 297 pp. Importante para comprender la ideología militarista japonesa, aunque no llega a la II Guerrra Mundial.
Beasley, W. G. Historia contemporánea de Japón. Alianza. Madrid. 1995 (1990) 439 pp.
Gans, Raymonde de. Japón: el Imperio del Sol Naciente. Círculo de Amigos de la Historia. Madrid. 1976. 179 pp.
Gordon, Gary. Esplendor y caída del Imperio Japonés. Desde los sangrientos días de los Samuráis hasta el horror de Hiroshima. Plaza y Janés. Barcelona. 1967. 320 pp.
Hall, J. W. El Imperio Japonés. Historia Universal nº 20. Siglo XXI. Madrid. 1973. 355 pp.
Hastings, Max. Némesis. La derrota del Japón, 1944-1945. Crítica. Barcelona. 2008. 844 pp.
Mutel, J. Historia del Japón. Vicens Vives. Barcelona. 1972. 301 pp.

Reischauer, Edwin. El Japón. Historia de una nación. FCE. México. 1985. 371 pp.

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