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domingo, 11 de noviembre de 2012

Los problemas de la sociedad industrial del siglo XIX. Las transformaciones sociales y los movimientos obreros.

HMC UD 6. LOS PROBLEMAS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL DEL SIGLO XIX: LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES Y LOS MOVIMIENTOS OBREROS.

LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES.
UNA NUEVA SOCIEDAD.
El cambio de mentalidad.
La movilidad espacial.
La movilidad social.
LAS CLASES SOCIALES.
El campesinado.
El proletariado.
La burguesía.
La aristocracia.
DOSSIER: LA CIUDAD INDUSTRIAL DEL SIGLO XIX.

LOS MOVIMIENTOS OBREROS.
Las primeras asociaciones obreras.
El sindicalismo.
Los socialistas utópicos.
El socialismo y el marxismo.
El anarquismo.
Las Internacionales obreras.
LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES.
UNA NUEVA SOCIEDAD.

En el siglo XIX hubo también una revolución social, dados los extraordinarios cambios en la estructura de la sociedad: se pasó de una sociedad estamental a una sociedad de clases, con una nueva mentalidad y una gran movilidad social.
El cambio de mentalidad.
Apareció una nueva mentalidad (podríamos decir que una movilidad mental). La ruptura de las relaciones económicas del Antiguo Régimen dio paso a las relaciones capitalistas de producción, marcadas por el maquinismo. Decayó el modelo estamental, rígido y basado en el código de honor aristocrático y el valor de la herencia de la sangre.
El enriquecimiento y, en menor grado, el mérito intelectual fueron los nuevos indicadores del prestigio social. Un aristócrata arruinado era menos valorado que un burgués nuevo rico aunque este hubiera salido de la miseria (incluso cuanto más bajo sea su nivel de partida más será admirado).
El interés por la riqueza, la confianza en el progreso y la ciencia, la búsqueda del conocimiento, el interés por el mundo, la extensión de la cultura y la educación a las masas, la lucha por las libertades políticas y la igualdad, fueron algunos de los rasgos ideológicos y culturales del siglo.
La movilidad espacial.
El cambio mental y social fomentó también una movilidad espacial. Más que nunca antes en la Historia las personas ya no vivieron toda su vida en el mismo lugar donde nacieron, sino que viajaron, emigraron, desplazaron a las ciudades y a otros países y continentes. No era un fenómeno nuevo, pero es en el siglo XIX que es masivo: el éxodo rural a las ciudades, decenas de millones de emigrantes a otros continentes.
La movilidad social.
La movilidad social es una de las máximas características de esta nueva sociedad: los ricos ascienden de categoría y los pobres bajan.
Había una clase media de pequeños y medianos agricultores, artesanos y comerciantes, que disponían de ahorros que invirtieron en las primeras experiencias industriales, reinvirtiendo las ganancias y en unas pocas generaciones consolidaron el dominio de la nueva clase social, la burguesía industrial y financiera, que gozó de amplia libertad para desarro­llar sus capacidades económicas.
La aristocracia británica no sufrió los inconvenientes de la ética continental que rechazaba el trabajo y el comercio, y se dedicó a invertir en empresas, ganando nuevos capitales que reinvertía.
Los campesinos desarraigados y los artesanos arruinados por el maquinismo se convirtieron en un creciente ejército de proletarios que trabajan en condiciones miserables en las ciudades y las minas, con salarios ínfimos.

LAS CLASES SOCIALES.
El campesinado.
El nivel de vida en el campo mejoró, pero a un ritmo inferior al de la ciudad. Los campesinos disminuyeron primero relativamente a la población total y finalmente incluso en números absolutos. El campesinado se estratificó en grupos: en la cúspide los propietarios y arrendatarios grandes y medianos, en medio los pequeños propietarios y arrendatarios, y abajo los jornaleros sin tierras, abocados a trabajar por escasos salarios y condiciones penosas, que emigraban en masa a las ciudades.
El proletariado.
La clase obrera aumentó en número, se organizó en sindicatos y se erigió como el oponente principal de la burguesía. Sus condiciones de vida, al principio (1780-1820) tendieron a empeorar, sobre todo en Gran Bretaña, donde las grandes ciudades estaban masificadas y padecían las malas viviendas y la falta de higiene y servicios sanitarios, por lo que se multiplicaban las enfermedades (cólera, tifus…). El estudio antropométrico de la altura media de los individuos de la población obrera, indica su depauperación en Inglaterra durante gran parte (1800-1850) de la primera Revolución Industrial, lo mismo que ocurrió en las revoluciones comunistas en Rusia y China mucho después. Los salarios eran bajos debido a la gran oferta de mano de obra, las guerras napoleónicas afectaron sobre todo a los obreros, las malas cosechas subieron el precio del pan (especialmente en 1819), los horarios eran terribles (12 a 14 horas de media diaria), no había buenas condiciones de seguridad laboral ni seguros de invalidez, viudedad o vejez. El trabajo infantil era generalizado y con pésimas condiciones, lo que aumentó la mortalidad infantil.


Niños obreros en una fábrica textil hacia 1870.

Niños obreros hacia 1880.

Para algunos autores, sin embargo, es posible que la situación social del proletariado mejorara en el periodo 1820-1850, y esta mejora es ya segura en el periodo 1850-1870, gracias a las reformas emprendidas que aseguraron la estabilidad del sistema y redujeron la conflictividad social; por ejemplo, la Factory Act (1833) prohibió el trabajo de los menores de 9 años y el trabajo penoso de las mujeres embarazadas. En el resto de los países el proceso de mejora fue más lento, pero también se generalizó durante el periodo 1870-1890, cuando se hicieron reformas sociales para moderar el impacto de las crisis y evitar las revoluciones violentas.
La burguesía.
La burguesía, o clase media, se estratificó, con una gran movilidad social entre las capas: se podía ascender por mérito y riqueza desde la pequeña hasta la alta burguesía e incluso a la nobleza (se generalizó la concesión de títulos nobiliarios a los grandes capitanes de empresas). Además, los hijos de los burgueses a menudo bajaban de nivel en su juventud y emprendían un proceso de ascensión mediante el trabajo, y renovaban continuamente las generaciones.

Mujeres de la alta burguesía de Madrid a finales del siglo XIX.

La alta burguesía dominaba las principales empresas de la industria, la minería, el comercio, los transportes o las finanzas, e incluso compraba las mejores tierras pues­tas en el mercado, de modo que consolidó su ascensión a la cima del poder económico y pronto a la cúspide del sistema político.
La burguesía media se componía de medianos y pequeños empresarios, profe­sionales del próspero y creciente sector de servicios (médicos, abogados, gestores, arquitectos…) y funcionarios medios.
La pequeña burguesía, finalmente, era la más numerosa, y la componían profesionales y empleados públicos y privados, como capataces, fontaneros, mecánicos, artesanos o pequeños comerciantes, que tenían unos mayores ingresos. Su presencia dio estabilidad al sistema, puesto que tenían expectativas de subir en el escalafón social.
La aristocracia.

La aristocracia perdió su hegemonía política, económica y social, al pasar a manos de la burguesía las principales actividades que permitían la acumulación de capital y quedar estancadas sus rentas en el sector agrícola. Pero en Gran Bretaña y después en Europa muchos nobles (y sobre todo hijos segundones de la nobleza) en­traron en las filas de la alta y mediana burguesía al participar y gestionar empresas o conseguir puestos en la administración, lo que aseguró su supervivencia. Además mantuvieron su influencia como ideal de modo de vida: los burgueses enriquecidos aspiraban a ennoblecerse, a vivir en las mansiones aristocráticas del campo y de la ciudad, a casarse con sus descendientes...

DOSSIER: LA CIUDAD INDUSTRIAL DEL SIGLO XIX.

Ejecución de Mompart en Barcelona en 1901.

La base de la torre Eiffel en París en 1889.

Mercado de libros en Londres en 1900.
Muelles de Londres en 1900.

Los alumnos desarrollarán un trabajo de investigación sobre la evolución de la ciudad industrial en el siglo XIX, haciendo hincapié en los siguientes puntos: la multiplicación del número de ciudades, su especialización en actividades industriales, el aumento extraordinario de la población, la división espacial de las clases sociales en barrios e incluso en los pisos de los mismos edificios, y finalmente los problemas de hacinamiento, contaminación, comunicaciones y servicios sociales.

LOS MOVIMIENTOS OBREROS.
Las primeras asociaciones obreras.
La conciencia de clase creció entre los obreros a medida que avanzaba la Revolución Industrial. La opresión económica y social en las fábricas y la falta de cauces de participación política porque el voto era censatario provocó que las primeras reivindicaciones del proletariado fueran violentas y clandestinas. La forma que más pronto concitó la atención pública fue el ludismo, que propugnaba la quema de las máquinas porque quitaban el sustento a los artesanos, y de las fábricas porque se pagaba muy poco a los obreros.
Más pacífica fue la creación de sociedades de socorros mutuos, también llamadas mutualidades, que servían para protegerse unos a otros en casos de huelga, paro, enfermedad, accidente o viudedad.
El sindicalismo.
El siguiente paso fue crear las primeras asociaciones obreras, que reunían fondos mutuos para sostenerse en caso de huelgas. Al inicio estas asociaciones fueron ilegales por las Combination Acts (1799-1800) en Gran Bretaña, debido a que la legislación liberal las asimilaba a los gremios medievales y por tanto se interpretaba que limitaban la libre competencia.
Pero en 1824 se revocó su prohibición en Gran Bretaña y en pocos años se extendieron por las ciudades, constituyendo así en 1830 las Trade Union, los primeros sindicatos obreros, estructurados por federaciones de oficios, que a su vez se federaron en la Great Trade Union en 1834. Pidieron en la llamada Carta del Pueblo (1838), que originó el movimiento político-sindical del “cartismo” (fundía ideas del movimiento obrero, el liberalismo y el pensamiento cristiano), los plenos derechos políticos de reunión, asociación, manifestación, huelga y sobre todo, de sufragio universal, como medio de conseguir mejores condiciones sociales, y obtuvieron la jornada de diez horas (1847) e importantes reformas, sobre todo en el periodo 1850-1870. Con el tiempo dieron origen al partido laborista (1900) y en pocos decenios llegaron a ganar las elecciones generales.
Los socialistas utópicos.
Los primeros teóricos socialistas son los llamados utópicos, la mayoría de los cuales fueron franceses pero resalta la excepción del inglés Owen, tal vez el más exitoso de todos. El comunismo tuvo un antecedente en el revolucionario francés Babeuf (1750-1797), autor del Manifiesto de los iguales, que propugnaba una reforma fiscal y una ley agraria comunista.
Los socialistas utópicos se llaman así porque lo que intentaban parecía imposible de realizar. Partían del principio de que el hombre es bueno por naturaleza y que si se le ofrece una auténtica igualdad de oportunidades, sin injusticias ni egoísmos, dejará de haber pobres y ricos, y todos los hombres serán realmente iguales. Para conseguirlo consideraban que era preciso suprimir la propiedad privada de los medios de producción (campos, fábricas y máquinas), los cuales debían pasar a ser de propiedad colectiva.
Saint-Simon creía en una sociedad de hombres iguales, con una organización social basada en las clases productivas, en la que no habría clases y que sería igualitaria, con auténtica igualdad de oportunidades para todos. Para conseguirlo había que aumentar el progreso social mediante la industrialización y una nueva moral laica.
Fourier (el maestro de otro socialista, Considérant) propugnó el falansterio, una pequeña comunidad en la que la propiedad es colectiva, con trabajo libre, amor libre, sin matrimonio ni familia.
Cabet defendió la distribución de la riqueza según las necesidades de cada uno.
Proudhon, un antecedente también del anarquismo, proponía la abolición, por medios pacíficos, de cualquier orden coercitivo (Estado, legislación).
Louis Blanc durante en la revolución de 1848 promovió los Talleres Nacionales, unas fábricas con autogestión obrera en las que los trabajadores se quedaban el producto íntegro de su trabajo.
August Blanqui propugnaba la dictadura del proletariado.
El británico Robert Owen, un rico industrial inglés, creía que el medio social conforma el carácter humano, y fomentó con éxito en su fábrica una políti­ca social a favor de los obreros, con mejores salarios y condiciones de trabajo, vivienda, educación y sanidad. Propugnó extender este modelo a unas comunidades ideales (New Lamark), pero fracasaron.


New Lamark.


El socialismo y el marxismo.
Los dos principales pensadores socialistas fueron los alemanes Marx y Engels.

Friedrich Engels y Karl Marx.


En 1848, poco antes de estallar la revolución en Europa, estos dos emigrados en París publicaron un folleto titulado Manifiesto Comunista, en el que exponían los princi­pios de una nueva teoría socialista:
- La lucha de clases es el motor de la Historia.
- El proletariado debe organizarse para acabar con la burguesía.
En contraposición a los socialistas utópicos, al marxismo se lo llamará socialismo científico, porque parte de una realidad económica y social concreta para establecer después unas leyes y unas reglas de conducta y acción.
Para Marx la economía es el fundamento de la Historia y la sociedad se articula en función de las relaciones de producción (materialismo histórico).
Marx considera que la acumulación de capital permite la reproducción del sistema de producción capitalista, de resultas de la plusvalía producida por los trabaja­dores y apropiada y no consumida por los capitalistas. La “acumulación originaria” inicia la destrucción de las relaciones sociales del modo de producción feudal y precede y asegura el paso al capitalismo.
Los hombres no viven ni actúan aislados, sino que forman grupos sociales diferentes, que siempre se han enfrentado entre sí (lucha de clases). De la lucha entre proletariado y burguesía debe salir la destrucción del sistema capitalista y la conquista del Estado por parte del proletariado. El capitalismo quedará desmontado cuando desaparezca la propiedad privada de los medios de producción. Entonces desaparecerán las clases sociales, todos los hombres serán iguales y ya no habrá más lucha de clases. Esto se conseguirá mediante una etapa previa de dictadura del proletariado y cuando esto esté conseguido, el Estado podrá desaparecer.
El marxismo alcanzó gran difusión entre el proletariado europeo y llegó por primera vez al poder en Rusia, mediante la revolución de 1917.
El anarquismo.
Ya un pensador inglés, Godwin, defendió en 1793 la desaparición del Estado, la propiedad privada y el matrimonio. Hacia 1848, algunos socialistas utópicos como Proudhon derivaron hacia el anarquismo, teoría social y política que pretende la supre­sión del Estado, otorgando una ilimitada libertad al individuo. Proudhon escribió que “La propiedad es un robo” y fue el socialista utópico que más influyó en el anarquismo.



Bakunin.


Su principal pensador fue Bakunin (1814-1876), un aristócrata ruso que huyó de su destierro en Siberia, y vivió en Francia, Italia e Inglaterra. Sus ideas básicas eran: el ateísmo, la exaltación de la libertad del individuo, la eliminación del Estado (y del ejército), el rechazo de toda autoridad, la necesidad de la revolución campesina y de la revolución hecha por las masas de una manera espontánea, y de la huelga general re­volucionaria por los proletarios. La sociedad se organizaría a base a comunas (grupos de hombres y mujeres) autónomas, gobernadas en régimen de autogestión mediante sufragio universal (tanto masculino como femenino), con propiedad colectiva del capital y de la tierra pero no de la producción. Las distintas comunas podían federarse o sepa­rarse libremente. Como los anarquistas querían suprimir el Estado, su enfrentamiento se haría mediante la abstención absoluta de la vida política, la huelga y la revuelta individual.
Kropotkin (1842-1921), otro aristócrata ruso, residió en Gran Bretaña, Suiza y Francia. Fue el teórico del anarco-comunismo, una variante más moderada en la acción política y más atenta a la protección de la naturaleza.
Otros influyentes pensadores anarquistas de finales del siglo XIX fueron el escritor ruso Tolstói y los franceses Réclus y Grave.
El anarquismo se extendió sobre todo por tres países europeos: Rusia, Italia y España, con una fuerte base agraria. Algunos grupos anarquistas propugnaron la “propa­ganda por el hecho”, mediante el terrorismo, con famosos atentados contra perso­nalidades políticas (los españoles Cánovas y Canalejas fueron asesinados por anarquis­tas) o clases sociales determinadas (la bomba del Liceo de Barcelona en 1893 contra la alta burguesía).
Ya en el siglo XX se calmó la oleada terrorista y los anarcosindicalistas apoyaron los sindicatos obreros de tendencia revolucionaria. El anarquismo desapareció como fuerza importante en la I Guerra Mundial, salvo en España donde la CNT perduró potente hasta 1939. Después de 1968 hubo un renacer de conceptos anarquistas como la autogestión, el antimilitarismo, la denuncia de la arrogancia del poder, el rechazo del consumismo, que fueron recogidos por distintos movimientos contraculturales y de ac­ción ciudadana para cuestionar el orden imperante.
Las Internacionales obreras.
Marxistas y anarquistas se unieron inicialmente en la I Asociación Internacional de Trabajadores, llamada Primera Internacional, que difundió las ideas políticas de ambos movimientos y la organización de partidos (el PSOE en España) y sindicatos obreros (UGT en España). Pero se dividió en sus dos corrientes: la socialista y la anarquista, que finalmente fue expulsada (1872), y al cabo se disolvió la Primera Internacional (1876).
Finalmente, en 1889, los partidos y sindicatos más importantes de Europa decidieron constituir otra Asociación Internacional de Trabajadores, la Segunda, sin la presencia de los anarquistas. Sus símbolos fueron el himno de la Internacional y la fiesta del Primero de Mayo (Día de los Trabajadores).
La corriente reformista del movimiento obrero fundió las tesis de los socialistas utópicos (sobre todo los cartistas) y del marxismo, y ejerció la acción política a través de los partidos obreros (laborista en Gran Bretaña, socialdemócrata en Alemania y Aus­tria, socialista obrero en España) y la acción reivindicativa a través de los sindicatos. Consiguió importantes mejoras, sobre todo desde que la amenaza revolucionaria convenció a la burguesía dominante de que había que hacer concesiones significativas: mejoraron los salarios, los seguros sociales, disminuyeron las horas de trabajo, etc.

Fuentes.
Películas.

Germinal (1993), de Claude Berri, a partir de la novela de Emile Zola. La Revolución Industrial y el movimiento obrero en una zona minera del norte de Francia.

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