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miércoles, 25 de julio de 2012

OP UD 32. La cultura renacentista. Los enfrentamientos político-religiosos del siglo XVI.

OP UD 32. LA CULTURA RENACENTISTA. LOS ENFRENTAMIENTOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DEL SIGLO XVI.

INTRODUCCIÓN.

1. EL RENACIMIENTO.
CONCEPTO.
CRONOLOGÍA.
LOS ESTADOS MODERNOS.        
LA POBLACIÓN.
LA ECONOMÍA.
LA SOCIEDAD.

2. LA CULTURA RENACENTISTA.
EL HUMANIS­MO.
EL RETORNO A LA MEDIDA HUMANA.
ARTE Y HUMANISMO.
LAS EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS.
¿CÓMO ERA UN HUMANISTA?
EL MODELO HUMANO DEL RENACIMIENTO.
El humanista: sabio, caballero, cortesano.
La dama.
LAS UNI­VER­SI­DADES.
LA DIVULGACIÓN DEL HUMANISMO: LA IMPRENTA.
LA LITERATURA.
LA FILOSOFÍA.
LA NUEVA CIENCIA.
LA MEDICINA.
LA ASTRONOMÍA.
LAS CIENCIAS NATURALES, LAS MATEMÁTICAS, LA FÍSICA.
LA HISTORIA Y LA POLÍTICA.    

3. LA REFORMA Y LA CONTRARREFORMA.
INTRODUCCIÓN.
3.1. LA REFORMA.
Los antecedentes.
EL LUTERANISMO.
Lutero.
La doctrina luterana.
La expansión del luteranismo.
EL CALVINISMO.
Zuinglio.
Calvino y su doctrina.
La expansión del calvinismo.
EL ANGLICANISMO.
Enrique VIII.
3.2. LA CONTRARREFORMA.
Concepto.
El Concilio de Trento y la doctrina contrarreformista.
Las ór­denes religiosas: los jesuitas.
La Contrarreforma en España.
La expansión mundial del catolicismo.

4. LOS ENFRENTAMIENTOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DEL SIGLO XVI.
La división europea en dos bandos religiosos.
CARLOS V CONTRA LOS PRÍNCIPES ALEMANES.
LA GUERRA RELIGIOSA EN LOS PAÍSES BAJOS.
LAS GUERRAS DE RELIGIÓN EN FRANCIA.

INTRODUCCION.
No se debe ligar de un modo deter­mi­nista la cultura del Renacimiento con la Reforma y la Con­tra­rre­for­ma y sus conflictos. Hubo una interrela­ción, pues los fenómenos históricos están relacionados entre sí, pero el enun­ciado de la UD es sobre todo un cajón de sastre para estu­diar los dos fenómenos espirituales más importantes del princi­pio de la Edad Moderna, el Renacimiento y la Reforma.
Divido la UD en cuatro partes. Estudiamos primero el Renacimiento en su contexto his­tórico-social (concepto, pobla­ción, política, eco­nomía, socie­dad...) y la cultura rena­cen­tis­ta (el Hu­ma­nis­mo y las ma­nifes­ta­ciones cultu­rales), pero no el arte, cuya gran importancia exige una UD propia para el Rena­ci­miento y otra para el Barroco. A con­ti­nua­ción avanzo los mo­vi­mien­tos reli­giosos de la Re­forma y la Con­tra­rre­forma y los con­flic­tos entre ambos blo­ques. No incluyo los con­flic­tos entre el cristia­nismo y el Islam en esta época.

Un resumen.
Desde c. 1450 comien­za en Europa una época de reno­vación en todos los sentidos: polí­tica (los Estados nacio­nales se or­gani­zan como monarquías absolu­tas, se independizan de la tutela del Imperio y el Papa­do, do­minan a los señores feudales), eco­nó­mica (desa­rro­llo del co­mer­cio), social (ascen­so de la bur­gue­sía), cultural (difusión del Humanismo, y del saber mediante la im­prenta), artís­tica (gó­tico tardío y, sobre todo, expan­sión del Rena­ci­miento como un arte italiano), religiosa (inicios doctri­nales de la Reforma, que surge ya en el siglo XVI y, más tarde, Contrarreforma). La velocidad histórica se incrementa, de modo que se rompe con la estabili­dad de la época medieval: el cambio se hace constante, exponen­cial, sobre todo con la expansión ultramarina a América, África y Asia. El siglo XVI cono­ce un recrudecimiento de la competen­cia entre los Estados por la he­gemonía europea.

1. EL RENACIMIENTO.
CONCEPTO.
El concepto de Renacimiento ha variado notablemente. Se había considerado como un movimiento opuesto a la Edad Media, pero hoy se reconoce que brotó del seno de la Baja Edad Media sin una ruptura, desarrollando las semillas presentes en la sociedad gótica. Fue un resurgi­miento de la cul­tura griega y romana y de su arte, junto a un fuerte impulso de la creación artísti­ca.
Pero hubo más, pues a lo largo de los siglos XV y XVI Eu­ro­pa vivió una trans­for­mación profunda en todos los órde­nes: el cam­bio social y eco­nómico, polí­tico y religio­so, ideo­lógico y científico, que en lo cultu­ral se ex­presa en el huma­nismo, una nue­va visión del mundo y del hom­bre, una aper­tura de los hori­zon­tes de la Huma­nidad.
El Renacimiento, por lo tanto, es un movimiento cultural, pero cuyo término ha sido utilizado para bautizar su época.

CRONOLOGÍA.
Su cronología es distinta para cada país e incluso para cada región y los autores difieren mucho, pues tienden a con­fundir el Renacimiento italiano con el europeo.
A nuestro jui­cio, el Renacimiento ita­liano, como tal movi­miento cul­tural, nace h. 1300, pero como estilo artís­tico sólo aparece h. 1400.
En cuan­to al europeo, también se avanza la cultu­ra res­pec­to al arte, pues la cultura renacentis­ta se difunde en Euro­pa desde fina­les del siglo XV pero el arte -salvo alguna ex­cepción como Durero- sólo lo hace realmente a partir aprox. de 1520-1525 y conti­núa en el siglo XVI, pero ya transformado en un nuevo esti­lo, el Ma­nie­rismo, que en Ita­lia se ha impuesto h. 1525.
Los historiadores tampoco están de acuerdo sobre su final, pues proponen un abanico tan amplio para el fin del Renaci­mien­to cultu­ral como entre 1550 y 1620, atendiendo a que la Contra­rreforma se asocia al inicio del Barroco (también el arte ba­rroco aparece más tarde que la cultura barroca). La ma­yoría pone el límite en 1600 sólo por usar el crite­rio del siglo.

LOS ESTADOS MODERNOS.      


Mapa de Europa en el siglo XVI.

A fi­nes de la Edad Media, en el siglo XV y aun más en el XVI, aparecen las “mo­nar­quías na­cionales”. Los Esta­dos feudales se convierten en Estados au­tori­tarios: Espa­ña, Fran­cia, Ingla­te­rra, Dina­marca, Sue­cia... que consolidan su sobera­nía en un doble fren­te, frente a la tutela de los po­de­res tradi­cionales del Impe­rio y del Papado, y frente al pluralismo feudal. Lo consiguen me­diante el desa­rro­llo de los instrumen­tos del poder: e­jército per­manen­te, bu­ro­cracia, apa­rato fis­cal, diploma­cia; y con una ideología polí­tica que los legitima: el absolutismo.

LA POBLACIÓN.
La población europea aumentó notablemente, hasta do­blarse entre 1460 y 1560, al pasar de 45 a 90 millones  de habitantes, gracias a la dis­minución relativa de las epidemias respecto al calamitoso pe­riodo 1348-1450, el fin de la Guerra de los Cien Años y de las luchas civiles en los Estados y a la mejora de la alimentación. La población de las ciudades aumentó significativamen­te: Vene­cia, Flo­ren­cia, Milán, Nápo­les, Pa­rís, Lon­dres, Amberes, Núrem­berg, Augs­burgo, Sevilla, sobre­pasan los 50.000 y en algu­nos casos los 100.000 habitantes. En ellas vivían co­merciantes y ban­que­ros, es­cri­tores y artistas…

LA ECONOMÍA.
La mayor demanda de la creciente población explica el au­mento de la producción ali­mentaria, lograda mediante la rotura­ción de tie­rras incultas y algunos nuevos cultivos.
Las técnicas productivas apenas mejoraron, ni en el campo ni en la artesanía, aunque se difundió el sistema de pro­ducción do­méstico, por el que el comerciante empleaba a artesanos en sus domicilios y comercializaba su producción.
El comercio se desarrolló porque los centros urbanos nece­sitaban ser abastecidos de pro­duc­tos cada vez más variados. Por Europa cir­culaban las sedas italianas, los paños de lana de los Países Bajos e Ingla­terra, los metales alemanes, los vinos franceses. Con los descubrimientos geográ­ficos comenzaron a llegar a Europa productos asiáticos: canela de China, nuez mos­cada de las Molucas, pimienta negra de Cey­lán... las espe­cias, que permitían condimentar y, sobre todo, conservar la carne.
Pero la gran novedad fue la llegada de los metales pre­cio­sos (oro y plata) de América, que desencadenó un crecimiento de la masa monetaria y una expansión de la demanda y de la produc­ción, del comercio y de las finanzas. El desarrollo de la banca y del gran comer­cio favoreció la difusión del crédito (letras de cam­bio). Los banqueros aumenta­ron su influencia: los Fugger y Wel­ser en Ausgburgo, los Médi­cis de Florencia, los Bonvisi de Lu­ca, los Grimaldi de Génova, los Ruiz de Medina del Campo, los Maluenda de Burgos.

LA SOCIEDAD.
Al final de la Edad Media se consolida la burguesía mer­cantil e industrial. Protagonista de la actividad comer­cial fue el comercian­te con dinero. Era el hombre de negocios, que aco­metía sus em­pre­sas con el mismo sentido de riesgo con que los nobles se exhi­bían en las guerras. Prestaba dinero a los reyes y su in­fluencia era grande. Algunos de estos negociantes fueron fa­mo­sos. De entre ellos destacaron los Fugger de Augs­burgo, los Médicis de Florencia, etc., que poseían palacios y castillos, colecciones de tapi­ces y pin­turas de artistas a los que prote­gían... La sociedad había cam­biado. Tras los austeros siglos medievales los hombres del Re­nacimien­to admiraban el lujo y la belleza.
Las restantes clases sociales, la nobleza, el clero, el campesinado, el artesanado urbano, se mantuvieron empero bá­si­camente inalteradas res­pecto al Medievo.

2. LA CULTURA RENACENTISTA.
EL HUMANIS­MO.
El Humanismo es la ideología rena­cen­tista que se extien­de por Europa en los siglos XIV-XVI, cuando el de­sarrollo de las univer­sidades, de los estudios de latín y grie­go, de la teolo­gía crí­tica, de la imprenta y de la brújula, etc., marcan una época de des­cubrimien­tos y divulgación­.
El Humanismo se ca­rac­teriza por:
- La fe en el hombre indi­vi­dual, en el triunfo del hombre mo­der­no que abarca la totali­dad del mun­do y del saber. El hom­bre acre­cienta su auto­no­mía, res­pecto de Dios y la Igle­sia.          
- Una nueva con­cep­ción del mun­do, ba­sada en la crítica de la ra­zón.
- Admira el mundo clá­si­co gre­co­rromano, como modelo cul­tural de refe­rencia, con su concep­ción pagana del hom­bre.
- En filoso­fía reúne todas la corrientes anti­guas (plato­nis­mo, aris­tote­lismo, estoi­cismo, epicureísmo, es­cepti­cismo, neo­plato­nis­mo).
- En religión es pa­ganizante, pero un humanismo cristia­no (Petrarca, Pico della Mirandola, Marsi­lio Ficino, Erasmo, Moro, Vives) afirma la con­tinui­dad entre el mundo clá­sico y el cris­tiano.
- Social­mente los humanistas son escritores, filó­so­fos, médi­cos, eclesiásti­cos, profesores, que a menudo se reúnen para dialogar en el pala­cio de un príncipe o en el taller de un im­pre­sor.         
- Las universidades difunden el pensa­mien­to racional y crí­tico, en detrimento de los ideales de la Igle­sia. El inci­piente humanismo emo­tivo del siglo XIII es sustitui­do por un huma­nismo racional en el siglo XV.

ARTE Y HUMANISMO.
Todo cambio ideológico exige un cambio en el lenguaje ar­tís­tico. En el Renacimiento se produjo una superación del len­guaje góti­co nór­dico, atento a las formas pero no a los hombres. En el caso único de Italia el mayor de­sarrollo comer­cial e in­dustrial con­vive con la pervi­vencia de las formas del cla­si­cis­mo an­tiguo, con la gestación del nuevo lenguaje del Rena­ci­miento desde finales del siglo XIII, y su eclosión en el XV.
El hombre se siente centro del Universo y exige un lengua­je artístico a su medida: el hombre domina al edificio, que se adapta a las proporciones huma­nas, con un equilibrio de ver­ti­calidad y horizontalidad, a fa­vor de ésta, con una geome­tría comprensi­ble, sin necesidad de la técnica gótica de eleva­ción construc­tiva, con unos elementos más clásicos. Las pinturas y las esculturas representan al hombre, sea príncipe, burgués o campe­sino, en su vida cotidiana.
Mejora la condición social del artista, lo que tendrá ex­traordinarios efectos en el futuro del arte, al permitir la libertad creativa. La com­pe­tencia de los príncipes por atraer a los mejores artistas e intelectuales los encumbra a la gloria ya en vida. Se vene­ra la in­di­vidualidad y el ge­nio: es un tiem­po de in­divi­duos geniales, que rom­pen con el ano­nimato de los gre­mios y de los talleres de arte. El ar­tista ge­nial comienza a inde­pendi­zarse del mecenas respecto a la con­cepción de la obra: Miguel Ángel pinta los temas que quiere, no los que le mandan.

LAS EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS.
Las excavaciones realiza­das en esa época contribuyeron a hacer aparecer la actitud de amor por lo anti­guo que caracteri­zó al Renacimiento. En los primeros años del siglo XVI se des­cubrieron en Roma el grupo escultórico del Laocoonte, las Termas del empe­rador Tito, la Casa Dorada de Nerón, etc. Resul­ta fácil imagi­nar el entusiasmo que provocaron estos hallazgos arqueológicos. Se empezó a admirar el mundo clásico a través de sus mármoles y manuscritos, no sólo a través de noticias indirectas.

EL MODELO HUMANO DEL RENACIMIENTO.
Seguramente pocos hom­bres de aquella épo­ca exigente res­pondie­ron al modelo humanista. Su ideal era ser un hombre uni­ver­sal, a la vez un humanista y un caballero, mientras que la mu­jer ha de ser una dama.

El humanista: sabio, caballero, cortesano.
Si en la época medieval el hombre ideal eran el guerrero o el reli­gioso, en el Renacimiento es el hu­manis­ta, de cu­riosidad universal y vasta cultura (tanto clásica como moder­na), erudito y creati­vo a la vez (a menu­do ar­tista él mismo). Los humanis­tas pre­sumían de escribir únicamente en latín, de conocer el griego (algunos también el hebreo y otros idiomas an­tiguos), de leer a los escri­tores romanos y griegos, de dominar la filoso­fía.
Pero no se tomó como modelo al sabio hu­raño, ex­clu­sivamen­te en­trega­do a los libros, pues el humanista es también un ca­ba­lle­ro y un cor­tesano (el Cortigiano de Cas­ti­glio­ne). En las cortes renacentis­tas se con­side­raba impres­cindible la presencia en la vida so­cial. El hom­bre perfec­to debe poseer cul­tura, saber escribir y además ser buen con­versa­dor, dominar juegos, ser galante y de­senvol­verse en torneos y competiciones varias. Es el hombre de moda en los am­bientes cor­tesanos, que dis­cute sobre la idea de be­lleza y, en conse­cuen­cia, sobre la *cosa bella+, lo que da ori­gen a la crí­tica de arte.

La dama.
A la dama se le pedía honestidad y conocimiento de las letras, de la música y de la pintura, y además debía danzar bien, para que fuera adorno de las cortes y contento de varones tan diestros. Pero en esta época gana más autonomía relativa, en su largo camino hacia la igualdad de los sexos.

LAS UNI­VER­SI­DADES.
Las univer­sidades de Europa, como las italianas de Floren­cia, Roma, Venecia, Bolonia y Pa­dua, las españolas de Salaman­ca y Al­calá de Henares, la portu­guesa de Coimbra, la fran­cesa de París, las inglesas de Oxford y Cambridge, se con­vir­tieron en ac­tivos cen­tros educati­vos y del sa­ber, dominados por los pro­fesores huma­nistas, que iban por todo el con­ti­nente, de uni­ver­sidad en uni­versidad, disputa­dos por to­das, para enseñar a es­tudiantes también itinerantes.          

LA DIVULGACIÓN DEL HUMANISMO: LA IMPRENTA.
La revolución del saber que supuso el Re­naci­miento quizá no hubiera sido posible sin un invento tras­cenden­tal: la im­pren­ta. De hecho, la reproducción de dibujos y signos median­te planchas era muy anterior. Los romanos antiguos sabían re­produ­cir dibujos y los venecianos medievales fabricaron naipes. Los chi­nos, a los que se considera como los auténticos invento­res de la im­prenta, sabían reproducir toda clase de escritos, pero el sis­tema que utilizaban era bastante tosco.
El invento del Renacimiento fue dife­rente. Consistía en la uti­lización de tipos móviles de metal. En vez de fabricar la plancha ente­ra, el impresor fabricaba las letras sueltas, que servían para sucesivas planchas. Por otra parte, como las letras se fundían en moldes independientes, le resul­taba fácil sustituir las letras desgastadas.


Este invento, de­cisivo para la Humanidad, se atribuye al im­presor de Maguncia, Johann Gutenberg. En 1446 regresó de Es­trasburgo, donde tenía un taller de orfebrería, a Maguncia, y se asoció a otro impresor, Juan Fust. En 1456 ambos producían suficientes tipos en su taller como para imprimir la Biblia.
La expansión de la imprenta fue fulminante por toda Euro­pa. En 1500 ya estaban registradas 40.000 ediciones de libros, la mayoría procedentes de Alemania e Italia, y se conocía la im­prenta en 14 países europeos. Los libros dejaron de ser un patrimonio de los más ricos. Se había encontrado el medio ade­cuado para la difusión de la cultura. Se editaron y difundieron a los clásicos de la filosofía (Platón, Aristóteles), de la ciencia (Pitágoras, Euclides), los autores griegos (Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides) y latinos (Virgilio, Cicerón, Séneca) y los medievales.

LA LITERATURA.
La novela, la poesía, el teatro se enriquecen con las grandes plumas de la época, sobre todo con Ariosto y Castiglione en Italia, Garcilaso y Fernando Rojas en España, y Ronsard y Rabelais en Francia.

LA FILOSOFÍA.
El Humanismo en filoso­fía reúne todas la corrientes anti­guas (plato­nis­mo, aris­tote­lismo, estoicismo, epicureísmo, es­cepti­cismo, neo­plato­nis­mo). La filosofía neopla­tónica y la to­mista dominan en Europa, hasta el advenimiento de la Reforma y la Contrarreforma.

LA NUEVA CIENCIA.
Siguiendo el camino iniciado por el filósofo inglés Roger Bacon en la segunda mitad del siglo XIII, que defendió la nece­sidad del modelo de conocimiento experimental, se produjeron importantes descubrimientos científicos que, si bien limitados, prepararon el camino para las decisivas aportaciones del siglo XVII. Los principales avances se dieron en la medicina, astro­nomía, las ciencias naturales, las matemáticas... La curiosidad por saber era general, como lo demuestra el enciclopedismo y la universalidad de intereses de Leonardo da Vinci. Pero subsis­tieron las creencias supers­ticio­sas, a me­nudo bajo aspectos seudocientíficos, como la as­trolo­gía (el francés Nos­trada­mus).

LA MEDICINA.
La medicina mejoró en las ciudades y las campañas milita­res, con más y mejores médicos, formados en universidades, con más conocimientos de anatomía, pero las condiciones de los hos­pitales siguieron siendo muy deficientes. Destacaron los estu­dios anatómicos de Leonardo Da Vinci, Vesalio y Servet.
 

El flamenco Andreas Vesalio (1514-64), fue un médico emi­nente. Estudió en Lovaina y París y fue profe­sor en Padua. Ba­sándose en la práctica de disecciones y explo­raciones anatómi­cas, Vesa­lio sentó las bases de la anatomía moderna. Profundo conocedor de las teorías de Galeno, no dudó en rechazar los errores que en ella había y que se habían per­petuado a lo largo de la Edad Media.

 
Miguel Servet fue un humanista, teólogo y médico ara­gonés que estudió en Barcelona, Toulouse y París y viajó por toda Europa. Publicó diversas obras teológi­cas como  De trini­tatis erroribus y Dialogorum de Trinitate. La más famosas es Chris­tianismi res­titutio (1553), en la cual des­cribió la circu­lación de la san­gre. A lo largo de su vida tuvo di­versos con­flictos con la In­quisi­ción católica por sus ideas religiosas, pero fi­nalmente Calvino lo encarceló en Ginebra, le condenó por hereje y le hizo morir en la hoguera.

LA AS­TRONOMÍA.


Nicolás Copérnico expone en De revolutionibus orbitum caelestium (1543) la teoría he­liocéntri­ca: la Tierra y los restantes pla­netas giran al­rededor del Sol, y no alredor de la Tierra como soste­nía la antigua tesis del roma­no Tolomeo. Es una novedad revolucionaria, que rompe con la tesis de que el hombre está en el cen­tro del Universo.

LAS CIENCIAS NATURALES, LAS MATEMÁTICAS, LA FÍSICA.
Las ciencias naturales, matemáticas y físicas se desarro­llaron extraordinariamente, gracias a los descu­brimientos geo­gráficos, los avances en la navegación, los tra­bajos de exce­lentes matemáticos como Luca Pacioli, autor de una Summa de arithmetica, geometria, proportioni et proportionatia (1494), o Pietro Pomponazzi, profesor en Padua, que cultivó una cien­cia separada de las ideas religiosas.

LA HISTORIA Y LA POLÍTICA.
Los historiadores y tratadistas políticos se multiplican: Guic­ciardini, Maquiavelo, Tomás Moro, Erasmo... Historia y política se convierten poco a poco en ciencias humanísticas, con una pretensión científica de conocer la verdad.
 

El historiador y embajador veneciano Guicciardini escri­bió una magna Historia de Italia, desde el punto de vista polí­ti­co-di­plomático, en la que procura reconstruir de forma racio­nal la urdimbre y el desarro­llo de las vicisitudes humanas. Por otra parte, y en un plano moralista, se halla dis­puesto a dar el máximo relieve a las fuerzas incontroladas de los protago­nistas y de las mul­titudes. Para él la historia no es ya exal­tación ni tampoco sólo relato; quiere que sea una explicación inteligi­ble. Supo concretar, siguiendo el modelo de los anti­guos, una visión racional de los hechos. En su obra leemos todo un con­junto de reflexiones, de discursos anticipadores, de re­laciones entre causas mediocres y efectos terribles, de imáge­nes, de símbolos. Al final su Historia de Italia aparece como un drama en el que se restablece un equili­brio moral.

2. LA REFORMA Y LA CONTRARREFORMA.
INTRODUCCIÓN.
A lo largo del siglo XVI, Europa sufrió una profunda cri­sis religiosa que motivó una auténtica revolución en la socie­dad occidental. La unidad de la Iglesia católica se resquebrajó cuando, en Alemania, Martín Lutero y sus seguidores, disconfor­mes con Roma, rechazaron la autoridad del papa, con lo que se inició la Reforma protestante. Su ejemplo fue seguido por otros personajes como Calvino y Zwinglio.
A la vez, se promovió una Reforma católica desde dentro de la propia Iglesia. Quienes tomaron esa iniciativa no se pro­po­nían abandonar la obediencia al Pontífice; antes bien, haciendo gala de una honda y sentida espiritualidad, propugna­ron una comple­ta revisión institucio­nal y doctrinal. Esta Re­forma cató­lica se conoce como Contra­rreforma y sus instrumentos fundamen­tales fueron la Compañía de Jesús y el Concilio de Trento.
A pesar de todos los esfuerzos de concordia, no pudieron evi­tarse las guerras de reli­gión ni la intolerancia por parte de ambos bandos reli­giosos.

2.1. LA REFORMA.
Los antecedentes.
Pese al progreso general respecto a la crisis del siglo XIV, el Renacimiento era también una época de angus­tia e in­seguridad para muchos: pobreza, hambre, peste, guerra, cambios en la vi­sión del mundo. La conciencia del pecado indi­vidual y co­lectivo im­plicaba la tesis de un cas­tigo divino al pecado. Los teólogos y predicado­res (Huss, Savo­narola y muchos otros, orto­doxos u he­terodoxos), provocaban horror al pecado, un endureci­miento de la justicia contra los herejes y pecado­res, un miedo atroz a la muerte en pe­cado que llevaría al in­fierno (las reli­quias y las indulgen­cias pa­gadas con dinero eran las respues­tas). Las auto­ridades ecle­siásticas combatían la supersti­ción y la brujería, fomentadas por la creencia en el fin del mundo y en las brujas.
En este ambiente ideológico, la Iglesia no respondía a las necesidades populares, debido a su materialismo y corrupción. El Papado se implica en guerras por el dominio de Italia, vende los car­gos, apoya a sus familiares, está degradado moral­mente, como­ gran parte del clero, poco educado, demasiado mate­rialis­ta. La vivencia religiosa era demasiado externa y formal.
Por todo ello surgirán nuevos movimientos espirituales, como los que siguie­ron las teorías del teólogo inglés John Wycliff (s. XIV) y el checo Jan Huss (s. XV), el dominico flo­rentino Savo­narola (a finales del siglo XV), el eras­mis­mo refor­mista y las numero­sas con­gre­ga­ciones alema­nas, todos im­buidos de mis­ticismo y que pe­dían una me­jor conduc­ta cristia­na y la recu­pe­ración de la pure­za del men­saje evangé­li­co. La al­ter­nati­va lle­gará por dos vías: la Refor­ma pro­tes­tan­te (en sus múlti­ples formas, de las que desta­can el lutera­nis­mo, el calvi­nismo y el anglicanismo) y la Con­trarre­forma cató­lica.

EL LUTERANISMO.
Lutero.

Martín Lutero (1483-1546) era un monje agustino, profesor de teo­logía en la universidad de Wittemberg. Preocupado por su salva­ción personal, encontró la respuesta en un texto de San Pablo: ‹‹El justo se salvará por su fe››. Un viaje a Roma en 1510-1511 le desagradó por el lujo y la corrupción de la corte papal. Al principio sólo que­ría co­rregir los abusos de la Igle­sia, sin separarse de ella, pero la radicalización de sus pos­turas y la imposibilidad de un com­pro­miso le llevó a la ruptu­ra. En 1517 el papa León X (1513-1521) decidió otorgar indulgencias a quie­nes ayudaran econó­micamente a las obras del Vaticano. Lutero se opuso y denunció que se perdonaran sus pecados a quienes paga­ban dinero.
Criti­có al Papado y las indulgencias en las 95 te­sis de Wittenberg en 1517, rompiendo con Roma en 1519, y, ante el fra­caso de la conciliación, en 1520 fue excomulga­do. Fracasó tam­bién el intento de aproxima­ción entre el empe­rador y Lutero en la Dieta de Worms (1521).

La doctrina luterana.
Sus tesis prin­cipa­les son: la fe bas­ta para sal­varse, la fe revela a Je­sús, los únicos sacramentos son el bautismo y la eucaristía, la li­bre interpreta­ción de la Bi­blia (que traduce al alemán), el sacerdocio es univer­sal (to­dos pueden ser sacer­do­tes y estos pueden casarse), la única cabeza es Cristo (re­chazo de la auto­ridad papal).

La expansión del luteranismo.
Su doctrina se extendió gra­cias a la fuerza de su pro­sa en la­tín y alemán (difundida por la im­pren­ta); sus fero­ces ata­ques al Pa­pa­do; su apoyo a los prínci­pes (Mauricio de Sajonia) y no­bles alemanes con­tra el campesi­nado rebelde y el empera­dor. Los príncipes alemanes secula­riza­ron los bienes de la Igle­sia cató­lica y se vie­ron implica­dos defi­niti­vamente en la causa protes­tante, junto a todos los que se beneficiaron de esta desamorti­zación. Asimismo, los reyes de Dinamarca y Suecia si­guieron su doctrina y la im­pusie­ron en sus dominios.
Hacia 1520 ya le apoyaban teólogos humanistas como Melanchton, Huttel y Zwinglio. El protestantismo luterano fue en principio un movimiento fa­nático, pero a la larga su racio­na­lismo y su indi­vidualismo fue una base ideológica adecuada para la división del protes­tantis­mo en nuevas iglesias y para el progreso de la libertad de con­cien­cia.

EL CALVINISMO.
Zwinglio.


El suizo Ulrico Zwinglio (1484-1531), por su parte, por entonces predicó la doctrina de la pre­destina­ción: sólo los elegidos podían salvar­se. Pretendía la vuelta al Evan­gelio. Se hizo con el poder en Zúrich, con un reformismo radi­cal y combativo, pero su pre­matu­ra muerte en lucha contra los católi­cos puso su movi­miento bajo la dirección de Calvino.

Calvino y su doctrina.

El francés Juan Calvino (1509-1564) emigró a Suiza, donde pre­dicó una re­forma más ra­dical y se hizo con el poder en la ciudad de Ginebra.
Su doctrina se basa en la justifi­cación por la fe, el cul­to simpli­fi­cado (sin imáge­nes), la Biblia como fuente única de Revela­ción, con la sal­va­ción única­mente por la fe y la aus­teri­dad, que en todo caso sólo pueden salvar a unos pocos pre­des­tina­dos. Si Dios conoce el pasado, el presente y el futuro, lógicamente sabe quien se salvará. La manera de saber si una persona está predestinada consiste en llevar una vida piadosa, austera, so­metida a una rígida moral. El aliento del trabajo y del éxito económico (co­mo signo de pre­destinación) conectó bien con la ideología capi­ta­lista y expli­ca su éxito en las socieda­des bur­guesas nórdicas (es la tesis de Max Weber, quien liga el cal­vinismo con el sistema burgués).

La expansión del calvinismo.
Calvino consiguió que Ginebra adoptase la reforma cal­vi­nista en 1533 y se promulgó una Constitución teocrática en 1541, instaurando una dictadura que fue muy eficaz en lo econó­mico y social. El cal­vinismo se ex­ten­dió des­de Sui­za a Austria y Hungría, el Sur de Alema­nia, Fran­cia, los Países Ba­jos y Es­co­cia. Los hugo­notes (así eran llamados los calvinistas france­ses) llega­ron a ame­nazar el dominio cató­li­co en Francia.

EL ANGLICANISMO.
Enrique VIII.


El rey Enrique VIII (1509-1547) de Inglaterra se separó de la Iglesia de Roma y estableció una Iglesia nacional, debido a una crisis dinástica: el papa le denegó el divor­cio de Catalina de Aragón (madre de María I), que era incapaz de darle un hijo varón, para poder casarse con Ana Bolena (ma­dre de Isa­bel I). Su vo­luntad no era cambiar los dogmas sino contruir una Iglesia na­cional, sometida a la Coro­na y que no pagase rentas a Roma.
El Acta de Suprema­cía (1534), los Diez Artículos y los Seis Artículos (1539) afirmaron la supremacía del rey, que sus­tituyó al papa en el mando de la Iglesia, como dife­rencia fun­damental respecto al cato­licismo, y otras diferencias fueron la lec­tura de la Bi­blia en inglés, el matrimonio de los sacerdotes y al re­chazo de las imágenes, las reli­quias y las pere­grina­ciones. El angli­ca­nismo se consolidó entre la aristocra­cia y la burguesía benefi­ciadas por la desamortización de los bienes eclesiásticos. Se apoyó teológicamente en dos reformadores, Cromwell y Cranmer.
Tras la breve recuperación del catolicismo con María I Tudor (1552-1558), que ejecutó al arzobispo anglicano Cranmer, el reinado de Isabel I (1558-1604) supuso el triunfo del anglica­nis­mo, que reprimió a los católicos y protestantes disiden­tes.

2.2. LA CONTRARREFORMA.
Concepto.
La Iglesia católica llevó a cabo durante los siglo XVI-XVII la Contra­rrefor­ma. Esta es una Reforma católica que plantea la reno­va­ción de la Iglesia sustentada sobre dos bases: una formu­lación ortodoxa de la doctrina cristiana (por el Con­ci­lio de Trento­) y una acción de educación or­todoxa (desarro­llada sobre todo la Com­pañía de Je­sús). En la filosofía se basa en la aris­totélica “vuelta a Santo To­más”, en oposi­ción al pro­tes­tantis­mo. Esto es, une razón y fe, para competir con sus mismas armas al racionalismo y al misticismo de los protestan­tes.

El Concilio de Trento y la doctrina contrarreformista.


Concilio de Trento.

Su codificación doctri­nal y su or­ganiza­ción correspondió al Concilio de Trento (1545-1563), promovido por el emperador Car­los V. Tardó mu­cho tiempo en convocarse, cambió de lugar (Bolonia, 1547 y 1549) y sufrió una inte­rrup­ción (1552-1562) por las ten­siones y riva­lidades en­tre los Estados cató­licos. Los dominicos y je­sui­tas italianos y españo­les fueron los teó­logos más acti­vos. En realidad hubo tres periodos en Trento: 1545-1547, 1551-1552, 1562-1563 y sólo en el último se tomaron decisiones permanentes. Se estableció:
- La validez de la doc­trina expuesta en la Sa­grada Escri­tura (edición latina de la Vulgata de san Jeró­nimo, del s. V, sin que valieran las traducciones a las lenguas vulgares) y acu­mulada en la Igle­sia por la tradi­ción.
- La necesi­dad de obras buenas como com­plemento de la fe.
- La va­lidez de los siete sacramentos.
- La veneración a la Virgen y a los santos.
- La afirmación de la auto­ri­dad papal sobre la asamblea conciliar.
- La dis­ciplina ecle­siás­tica, señalando que los obispos resi­die­ran en sus diócesis y organizando los semi­narios para la forma­ción del clero, junto la supresión de la acumula­ción de benefi­cios (cargos y prebendas eclesiásticos) y a la obligación del celibato de los sacerdotes.
- La reserva al magis­terio de la Iglesia de la interpre­tación de las Sagra­das Escri­turas.
- La liturgia se solemnizó y el arte se puso al servicio de la reli­gión (es el nacimiento del arte barroco).

Las ór­denes religiosas: los jesuitas.
Las órdenes religiosas (jesuitas, carmelitas, dominicos, capuchinos) llevaron a cabo una labor de con­versión de los pro­testantes y los paganos.

Resultado de imagen de San Ignacio de Loyola (1491-1556).


San Ignacio de Loyola (1491-1556).

Los jesuitas, de la Compañía de Jesús fundada (1534-1540) por el vasco Ignacio de Loyola, con una organización pa­ramili­tar, fueron muy activos y efi­caces en el sur de Alema­nia, en Polo­nia, Austria, Flandes... Se ca­rac­terizaron por su organiza­ción jerár­quica y su disci­plina casi militar, con su fide­lidad al papa (el cuar­to voto de obe­dien­cia al papa, junto a los de obe­dien­cia, cas­tidad y pobre­za), los Ejer­ci­cios Espi­ri­tuales, su pro­funda for­mación humanís­tica y cientí­fica, la ense­ñanza como actividad funda­mental.

La Contrarreforma en España.
España fue un baluarte de la Contrarreforma, al suminis­trar misioneros, teólogos, dinero y soldados a la lucha, gra­cias a la reforma de Cisneros sobre las órdenes religiosas y los conven­tos, los estudios universitarios (Al­calá de Henares) y la Biblia Políglota (1520), el erasmismo reformista, imbuidos de hu­ma­nismo raciona­lis­ta, que luego fueron contrapesados por la irracionalidad del misticismo, el cie­rre a las ideas extran­je­ras, la censu­ra, la Inqui­sición... El misticismo de los reli­gio­sos españoles al­canzó cum­bres lite­ra­rias y de pensa­mien­to con Fray Luis de León, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús... Pero también ellos, como antes Ignacio de Loyola, tuvieron graves problemas con la Inquisición.

La expansión mundial del catolicismo.
El catolicismo se benefició de la expansión terri­torial de España y Portugal por América, África y Asia, gracias a la ac­ción de los misioneros, hasta convertirse en la primera reli­gión mundial y compensar de este modo las pérdidas en Europa.

3. LOS ENFRENTAMIENTOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DEL SIGLO XVI.
La división europea en dos bandos religiosos.
Como conse­cuencia de las reformas protestante y católica Europa se divi­dió en dos grandes bandos religiosos:


La Europa protestante: Escandinavia, norte de Alemania, Inglaterra, Escocia, parte de los Países Bajos y de Suiza, con minorías en Francia, Polonia, Austria, Hungría y Bohemia.
La Europa católica: el resto, en un arco desde Portugal hasta Polonia, dominando sin competencia en España e Ita­lia.
Esta división se trasladó a la política en las Die­tas ale­manas promovidas por el empera­dor pero fracasadas en su ob­jeti­vo de integrar a los dos ban­dos, y a la guerra en las durísimas “guerras de reli­gión” en Alemania, Francia y Países Bajos.
Los efectos sobre la so­cie­dad fueron muy graves: se vio el auge de la censura para evitar la circu­lación de ideas en los libros, se perdió la li­bertad de reli­gión en los países domina­dos por una religión oficial, siendo perseguidos los grupos disidentes, por ejemplo los ana­baptistas por los protestantes y los alumbrados españoles por los ca­tó­li­cos, mientras la sospe­cha y el control se exten­dían hasta el punto de que la Inquisición procesó incluso a Fray Luis de León y al arzobispo de Toledo, Carranza.

CARLOS V CONTRA LOS PRÍNCIPES ALEMANES.
Los príncipes alemanes se habían apoderado en los decenios de 1520 y 1530 de los bienes eclesiásticos y habían aumenta­do su poder militar y político en contra de las pretensiones hege­mó­nicas del emperador. Era un conflicto tanto religioso (pro­testantes contra católicos) como político (fragmentación contra unidad estatal).


Mapa de la expansión luterana en Europa Central.

Las Die­tas promovidas por el empera­dor fracasaron en su ob­je­tivo de conciliar a protestantes y católi­cos, así que Car­los V promovió el Concilio de Trento (desde 1543) y se forma­ron dos grandes alian­zas: la protestante Liga de Esmalcalda (1531) y la alianza de Carlos con su hermano Fernando de Austria, el papa y los duques de Baviera y Sajonia (el protestante Mauri­cio). La lucha militar (Guerra de Esmalcalda, 1546-1547) se inició y con el triunfo del em­perador en la batalla de Mühlberg (1547) pare­ció que vencía la causa cató­li­ca, pero en la Dieta de Augsburgo (1547-1548) el empe­rador no consiguió que el papa cediera en la cuestión reli­giosa y el conflicto se rei­nició, con el apoyo de Francia a los protestantes liderados por Mauri­cio de Sajonia. La de­bi­li­dad militar del em­perador llevó a su fracaso final (h. 1552) y a que en la nueva Dieta de Augs­burgo (1555) se acepta­ra la tesis de que cada príncipe po­día imponer la re­li­gión en su Es­tado. Este pac­to perduró hasta 1619 (inicio de la Guerra de los Treinta Años). Poco después, fracasado el ideal imperial, Car­los abdicó (1556).

LA GUERRA RELIGIOSA EN LOS PAÍSES BAJOS.
Los Países Bajos estaban integrados en la monarquía espa­ñola desde 1556 al suceder Felipe II a su padre en los dominios de la Casa de Borgoña. Pero había una contradicción entre el catolicismo del rey y el calvinismo de la mayoría de la burgue­sía y gran parte de la nobleza en el norte del territorio.


Mapa de la guerra de los Países Bajos entre 1575 y 1587.

Fe­lipe II no aceptó la liber­tad religiosa en los Países Bajos y promo­vió una política autoritaria, centralista y anti­protestante (con la Inquisición), que llevó a la rebelión de 1566 de los calvinis­tas más radicales, que destruyeron iglesias e imágenes, comenzando una larga gue­rra (1566-1648, salvo una Tregua de Doce Años en 1609-1621). Primero Fe­lipe II impuso una dura re­pre­sión: el duque de Alba hizo ejecu­tar a los nobles Egmont y Horn (1568) y estuvo a punto de domi­nar la re­belión, pero las medidas centralistas y los altos impuestos (la alcaba­la sobre el comer­cio) para sufragar el ejército de ocupación, hicieron que la burguesía y la aris­tocracia, tanto calvinista como católica, se unieran en defensa de la autonomía y el con­flicto se recru­de­ció en 1572, apoyado por las potencias enemi­gas de España (Francia, Inglaterra) en el norte y luego en la mayor parte del te­rritorio. Los suceso­res de Alba fue­ron Re­que­sens y Juan de Aus­tria, que intentaron pacificar el país. Fi­nalmente, el gobierno de Alejandro Farnesio (1578-1596) logró cierto éxito para la Corona al sepa­rar a los católicos del sur (Unión de Arrás, 1579) de los cal­vinistas del norte (Unión de Utrecht, 1579), dirigidos por Gui­llermo de Orange. Las victo­rias de Farne­sio en el de­cenio de 1580, estu­vieron a punto de someter a las rebel­des Pro­vin­cias Unidas (son siete, sobre todo Holanda), pero los conflictos de España contra Inglaterra y Francia y la debi­lidad de la Hacienda para su­fragar un enorme esfuerzo militar per­ma­nente permitieron que los re­beldes, diri­gidos aho­ra por Mauri­cio de Orange, se recuperaran desde los años 1590, aunque sólo con­si­guieron el re­co­noci­miento de su indepen­dencia en 1648.
Rela­cionados con este con­flicto apa­recen la gue­rra entre España e Inglaterra (1587-1605), marcada por el fra­caso de la Armada In­ven­cible en 1588, y la intervención española en las Guerras de Religión de Fran­cia.

LAS GUERRAS DE RELIGIÓN EN FRANCIA.

Resultado de imagen de La No­che de San Barto­lomé VASARI


La No­che de San Barto­lomé en 1572. Fresco de Vasari en Sala Regia del Vaticano.

Entre 1562 y 1598 hay una larga guerra civil en Francia, por las disputas político-religiosas entre católicos y hugono­tes (calvi­nistas). Se forman partidos político-religiosos: el protestante (1560) y la Liga Cató­lica (1576). Proliferan las batallas y ma­tan­zas (No­che de San Barto­lomé en 1572). La lucha se com­plica con una disputa dinás­tica por la sucesión entre el protestante Enrique de Borbón y los pretendientes católicos, y por la in­terven­ción de España y las otras potencias europeas.
La crisis se resuelve con la llegada al tro­no de En­rique IV, que se con­vier­te al catoli­cismo en 1593, es ampliamente aceptado por el país en 1594 y fir­ma en 1598 el Edicto de Nan­tes, que reconoce la li­bertad de culto (que durará hasta Luis XIV), y el Tratado de Vervins, que pone fin a la guerra con España.

OP UD 32. BIBLIOGRAFÍA.
Libros.
Burke, Peter. El Renacimiento italiano. Cultura y sociedad en Italia. Alianza. Madrid. 1993 (1986). 273 pp.
Chastel, André; Klein. Robert. El Humanismo. Salvat. Barcelona. 1971. 340 pp.
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Romano, Ruggiero.; Tenenti, Alberto. Los fundamentos del mundo moderno. Edad Media tardía. Reforma y Renacimiento. Col. Historia Universal nº 12. Si­glo XXI. Madrid. 1989. 327 pp.

PROGRAMACIÓN.  
OP UD 32. LA CULTURA RENACENTISTA. LOS ENFRENTAMIENTOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DEL SIGLO XVI.
UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN.
ESO, 2º ciclo.
Eje 3. Sociedades históricas y cambio en el tiempo. Bloque 1. Sociedades históricas. Núcleo 4. Las socie­dades de la épo­ca moder­na.
- Las sociedades del Antiguo Régimen en Europa; crisis político-religiosas; arte Renacentista y Barroco, el Raciona­lismo y la Ilustración.
RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES.
Relación con temas de Educación para la Paz y de Edu­ca­ción Moral y Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de una hora.
1ª Lectura de texto. Diálogo de evaluación previa. Exposición del profesor. Cuestiones.
2ª Exposición del profesor. Cuestiones.
3ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas, mapas y comenta­rios de tex­tos.
4ª Comentarios de textos; contestar cuestiones; debate y sínte­sis.
OBJETIVOS.
Sintetizar la época del Renacimiento.
Conocer la cultura del Renacimiento.
Comprender la Reforma y la Contrarreforma.
Relacionar la Reforma y la Contrarreforma.
Sintetizar los conflictos político-religiosos del siglo XVI.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
- El Renacimiento.
- La cultura del Renacimiento.
- La Reforma y la Contrarreforma.
- Los conflictos político-religiosos del siglo XVI.
B) PROCE­DIMENTALES.
Tratamiento de la información: realización de esquemas del tema.
Explicación multicau­sal de los hechos históricos: en co­mentario de textos.
Indagación e investigación: recogida y análisis de da­tos en enciclopedias, manuales, monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y curiosidad científica.
Tolerancia y solidaridad.
Valorar la solución pacífica de los conflictos nacionales.
METODOLOGÍA.
Metodología expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Una lectura de un texto sobre la Reforma.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición por el profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
Realización de una línea de tiempo sobre el proceso.
Realización de esquemas sobre el tema.
Comentarios de textos sobre humanismo, ciencia renacentis­ta (Copérnico), la reforma de Lutero y Calvino, el Concilio de Trento, la Noche de San Bartolomé...
Un breve debate sobre la legitimidad de los conflictos por motivos religio­sos, con una síntesis de conclusiones.
C) INDIVIDUALES.
Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las actividades grupales.
Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en debe­res fuera de clase.
Contestar cuestiones sobre la UD, con diálogo previo en grupo.
RECURSOS.
Transparencias, diapositivas, mapas.
Libros de texto, manuales.
Fotocopias de textos para comentarios.
Cuadernos de apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua. Se hará especial hincapié en que se com­prenda la relación entre los procesos de España y europeo y en la influencia de este proceso sobre la historia de España en los ss. XVI-XVII.
Exa­men incluido en el de otras UD, con breves cues­tiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades de refuerzo: esquemas, comenta­rio de textos...
Examen de recuperación (junto a las otras UD).

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